Los poetas toman la palabra
Algo se mueve en la escena poética de Valencia. Cada semana, distintos eventos atraen a un público que no sólo acude a escuchar, sino también a hacerse escuchar. Ahora la plataforma Alçaveu les da una voz única y les permite organizar su programación sin interferirse entre sí
ÁNGEL SALGUERO
La poesía vive estos días en España lo más cercano a una edad de oro. Pero, dejando de lado los éxitos comerciales de ciertos autores post adolescentes y los manejos de algunos grupos mediáticos y editoriales, lo importante de verdad sucede a pie de calle. Muchos jóvenes (y no tan jóvenes) que han adoptado la poesía como forma de expresar sus inquietudes se están encontrando entre sí, escuchándose y creando comunidades en las que compartir su arte.
En Valencia, por ejemplo, todos los fines de semana tiene lugar un evento poético en alguno de los barrios. Y cada uno es distinto, con una identidad propia. Preservar y fomentar esta nueva escena es lo que ha llevado a muchos de ellos a asociarse bajo una marca única, Alçaveu. Se trata de una plataforma online que centraliza la organización de los actos y les da publicidad a través de su página de Facebook y con el envío de boletines semanales. El alma de este proyecto es David Trashumante, poeta y uno de los responsables también del festival Vociferio. «El reto era aprender a trabajar en común. Parece sencillo, pero tenemos muy poca educación de hacerlo», asegura.
Para Catalina Isis, de Poetas del Montón, «es indudable que estaba creciendo una comunidad muy variopinta en la ciudad y David ha intentado la locura de gestionarnos a todos para que no nos pisemos. Como no competimos, porque lo que queremos es que haya más escena en los barrios, él se impuso la titánica tarea de crear una plataforma que dé visibilidad a los proyectos. Si hay un festival o un sponsor, nos pueden contactar a todos directamente en lugar de ir uno por uno. Y nos da fuerza para, de cara al futuro, traer a poetas grandes o hacer fiestas de editoriales».
«Éramos trece eventos, cada uno intentando promocionarnos por nuestra cuenta», señala Dani Palomares, uno de los creadores del canal de YouTube Versos en Canal y organizador de Carme es Poesia. «Llegábamos a nuestro público, pero no más allá. Y nos pasaba, por ejemplo, que gente que vivía cerca de El Volander no sabía que allí se hacían cosas».
El proceso intenta ser lo más participativo y democrático posible. Así, los miembros de Alçaveu se reúnen la última semana de cada mes para cerrar el cartel con los próximos actos. «Hay días adjudicados, de manera que nadie puede contraprogramarse», explica Trashumante. «Lo fundamental es hacer viable el proyecto, sobre todo para la audiencia, porque de otra forma se pierde y se provoca el efecto contrario, que es que no se acude a nada».
Es un primer paso, pero las ambiciones de esta plataforma no se detienen ahí. «Vamos a acudir en mayo a Ciutat Amable, un pequeño encuentro en el que se intentan proponer modelos de ciudad porque nosotros trabajamos, precisamente, para que la poesía sea algo vehicular y estamos en casi todos los barrios culturales de Valencia. Hemos montado una fiesta Alçaveu también en Vociferio y participaremos en Poetas del Rock. Iremos haciendo actos de visibilización en bloque, aunque luego sigamos promocionándonos cada espacio por separado», afirma David Trashumante. El promotor de Alçaveu se muestra feliz de la respuesta inicial del público a esta iniciativa: «Funcionamos desde febrero y en Facebook estamos teniendo una media de 1.060 impactos por publicación. En el primer mes llegamos a los 600 seguidores y el ‘mailing’ está en torno a los 600 y subiendo, así que tenemos una progresión a pesar de no contar con ningún tipo de financiación para funcionar».
Este resurgir de la actividad poética se debe tanto al interés de la audiencia como a la inquietud de sus promotores por agitar el ambiente cultural de la ciudad. «Los espacios de siempre, los que ya llevan tiempo, sí que tienen que haber notado que de repente se ha producido un ‘boom’», dice Guiomar Valero que, junto a Lara Jiménez, organiza Moviendo Poesía en El Volander. «Nosotras nos animamos cuando creímos que era necesario mover un poco mover un poco la poesía en Valencia. Empezamos con una jam, y la cosa se fue animando».
Por su parte, Catalina Isis recuerda que en los inicios «la sensación que teníamos era la de que no había casi espacios. Había cuatro o cinco para otras poéticas, y los de poesía más clásicos orientados a personas más mayores eran invisibles para nosotros y nosotros éramos invisibles para ellos». Fue cuestión de «abrir la puerta, a ver qué pasaba»… Y lo que pasó fue que público de varias generaciones—«Tenemos gente mayor de 60 y menor de 18», asegura— comenzó a aparecer.
Ahora, la lucha es otra. «No se trata de que participe la gente, que ya lo hace, sino de que aprendamos a escucharnos», añade Catalina. «Que alguien se pase tres horas en un evento de poesía… Bueno, yo no lo haría si no lo organizara [risas]. Estamos muy poco acostumbrados a escuchar en un mundo de redes sociales en el que todo es generar discurso e imagen. Seguimos viendo mucha gente que viene para leer sus cuatro poemas y se va, pero hay otros a los que les intriga, que escuchan otras voces, que van a una presentación y se compran el libro…». En ese sentido, David Trashumante cree necesario «hacer pedagogía, sobre todo con el ego tan tremendo que rodea a la poesía, porque también es importante la escucha, además del trabajo y la lectura».
Josep Martínez, gestor de Poesia per la Revolta, uno de los «clásicos» de la escena, no lo dudó cuando les llegó la oferta de unirse a Alçaveu. «Somos quizá el formato más convencional pero lo hicimos porque es importante darse a conocer y también escuchar a otra gente, ver qué se hace en el resto de la ciudad», explica. Y es que, señala también Dani Palomares, «la mayoría del público suele acercarse a su propio barrio, a su zona. Si se trata del concierto de una banda, vas a donde sea. Pero con un recital de poesía, y más si se basa en micro abierto, no dices: ‘Hoy del Cabanyal me voy a ir al Carmen’, pero si eres del Carmen y está ahí, te bajas a verlo».
Otro de los retos más inmediatos es romper la «endogamia», apunta Trashumante o, como admite Catalina Isis, intentar salir de la burbuja de ‘poetas escuchando a poetas’: «Es cierto que gran parte del público son poetas, sí, y quizá lo que falta es que más personas se acerquen por curiosidad y digan: ‘Hombre, yo no escribo, pero me lo he pasado bien’».
Muchas veces, asegura Dani Palomares, «lo que hacemos está unido al contexto, porque cada espacio tiene su público. Yo empecé en el Kaf Café y allí muchas veces lo que vienen son extranjeros y erasmus». Y en esa variedad, cree David Trashumante, se basará el éxito de Alçaveu. «Hay que mantener la transversalidad de espacios, de voces poéticas y de estéticas. Acabar con los compartimentos estancos de las escuelas y las generaciones y conseguir que algunos de los poetas que van creciendo dentro del circuito sientan curiosidad real respecto a la poesía y vayan indagando y formándose. De esta manera, en el día de mañana, podremos tener nuevas hornadas de poetas de mucha calidad», afirma. A su juicio, «estamos entrando en el paradigma que dice Valcárcel Medina de que todo es arte, pero arte no es todo. Que es algo que podríamos extender a la poesía: Ahora mismo todo es susceptible de ser poesía, pero quién decide qué es poesía… Quien lo decodifica y entiende que lo es».
Y los jóvenes que acuden a estos eventos… ¿tienen de verdad algo que decir? «Todo el mundo tiene algo que decir», responde con rotundidad Sara Olivas, organizadora de Versillos a la Mar en el barrio del Cabanyal. «Todo el mundo vive y puede expresar lo que quiere. A veces parece que tengamos que pedir perdón por ser jóvenes, pero yo también tengo mis problemas y tengo derecho a expresarlos». David Trashumante celebra que las nuevas generaciones «estén acercándose a la palabra y que sea su vehículo de expresión. Pero también es verdad que, por su juventud y por haber sido todos adiestrados dentro del sistema capitalista, no se cuestiona que las grandes editoriales estén comprando directamente a esta gente y la estén explotando, aunque no sean conscientes, y que entremos en lenguajes de ventas, de fans, de followers… Cosas que hasta hace bien poco eran ajenas a la poesía. Me aterra que entremos en una dinámica de fenomenología pop, de explotación industrial directa».
Para aquellos que llevan tiempo escribiendo su poesía en soledad, la experiencia de participar en uno de los micros abiertos que abundan en estos eventos puede ser liberadora. Y es que, como describe Víctor Benavides de A la llengua de València, «hay muchas personas que no se atreven a ir de poeta invitado, pero sí que se animan a participar en el micro abierto, y eso es un canal que les invita a moverse más».
«A veces es muy bonito», señala Dani Palomares. «Ves a la persona que lleva mucho tiempo en su casa, con miedo a lo que le puedan decir, porque en ocasiones ni tu familia ni tus amistades te apoyan, se creen que lo tuyo es algo pasajero y no se dan cuenta de que de verdad cuando te sientes artista amas lo que haces». Para Catalina Isis, «resulta un cierto honor también que alguien vaya a tu evento y se sienta suficientemente arropado como para querer salir por primera vez a leer sus versos». Y, añade Nacho Lázaro, su compañero en Poetas del Montón, «hay gente que llega con unas poéticas que te quedas loco. Gente que recita que te confiesa que es la primera vez y tú contestas: ‘Si me llegas a decir que llevas diez años recitando, me lo creo’».
Gran parte del mérito de que exista una escena poética tan rica en Valencia, reconoce David Trashumante, es de los mismos locales que la acogen. «Hay que reivindicar los espacios de la ciudad —La Llimera, El Volander o el Kaf Café, por ejemplo— que han hecho un esfuerzo denodado por enseñar a sus clientes que esta actividad tiene el total respaldo del espacio y que, si no te conviene, te puedes ir a otro lado a beber. Hace poco, en Toledo, salí espantado del enésimo local que me invitaba a ir y que luego era incapaz de decirle a nadie que cerrara la boca».
«A mí me lo han comentado muchas veces», añade Dani Palomares, «sobre todo gente que viene de fuera y que se sorprende de la calidad del silencio que tenemos aquí. Y en parte es trabajo también de los organizadores, de pedirlo y de exigir respeto. Yo a veces digo que el respeto no es tanto para el poeta como para la persona que tienes al lado, que sí que quiere escuchar, y porque hay otros sitios donde puedes ir a hablar con tus amigos. Y que no nos tiemble el pulso a la hora de decirle a alguien que se calle».
Algo que también resulta evidente es el papel fundamental que han tenido internet y las redes sociales en la gestación de la escena poética y de Alçaveu como plataforma. «Con un circuito así tendríamos que imprimir cientos de carteles, ponerlos en un montón de sitios», afirma Trashumante. «Sin duda la gente aparecería de debajo de las piedras, como hacíamos antes, que te enterabas de un sitio donde había poesía e ibas. Pero ahora tenemos 13 formatos, más de 20 convocatorias al mes… y eso sería imposible sin internet. Yo creo que el gran milagro de las redes ha sido conectar a los creadores con la gente, y a nosotros también, porque no nos conoceríamos».
Esa relación directa que fomentan las redes es, apunta Dani Palomares, básica para forjar nuevas alianzas creativas: «Ahora, en Versos en Canal, hemos empezado a tener propuestas de gente de Barcelona o de Zaragoza que nos escucha y que ya tiene el medio para poder enviarnos una propuesta. Y hay otros que tienen mucho miedo y que, de no ser por ese contacto directo contigo, no sería capaces de salir de ahí». Y al final, señala Catalina Isis, «es más barato. Antes te dejabas un dineral en carteles y folletos y tenías que pasarte por todas las universidades, por las paradas de tranvía… Es tiempo y dinero aunque esto, que muchos hemos abandonado, sigue teniendo su valor porque todavía hay gente que no sabe encontrarnos por las redes, o que le da igual».
Estamos, dice David Trashumante, «ante una generación que accede a la poesía escrita en un libro, pero sin el libro. La propia Patricia Benito, que escribió Primero de Poeta, me dijo que ella nunca había tenido relación con el libro, jamás. Va a algún recital, lee algo por las redes, se autoedita un libro del que se venden 1.500 ejemplares y la ficha Aguilar. La gente se mueve fuera de las librerías, pero ahora es cuando regresan. Aunque es una campaña encubierta de Planeta y Risto Mejide, el otro día la cola daba la vuelta al Corte Inglés cuando Brandon fue a firmar su libro». «Con lo del Brandon», añade Josep Martínez, «hasta los quioscos papelería piden libros de poesía para vender».
En cuanto a las ayudas públicas, Trashumante opina que un proyecto como Alçaveu «tendría que interesar al Ayuntamiento, pero este ya tiene sus propios programas culturales. Existe, por tanto, cierta distancia respecto a lo que sale de lo civil. Yo creo que eso es inmaduro democráticamente hablando, porque si un grupo de ciudadanos se pone a generar algo que es válido, el dinero público debería apoyarlo». Se tiende más a pensar, admite, que sea «la iniciativa privada la que pueda prestarnos una ayuda para hacer esto, porque si no, las energías se agotarán un día cuando te llegue el recibo de la luz y del agua. Hay que abandonar el concepto de cultura precaria. En esta ciudad suele abundar el voluntarismo y los poetas que vienen no cobran, pero cuando alguien empieza a invertir tiempo en generar un contenido y monta un espectáculo, el concepto de gratuidad debería revisarse».
De momento, el milagro sigue sucediendo todas las semanas en los distintos barrios de Valencia. Gente de todas las edades que acude a escuchar, pero también a expresarse sin miedo en un entorno que fomenta el respeto. Y es que hay que tener en cuenta, dice Catalina Isis, que la palabra es «el arte más democrático». Todo el mundo, explica, «puede hablar o escribir y ahora, con un blog, no hace falta ni que publiques. No es lo mismo que aprender un instrumento o esculpir una piedra. Es mucho más fácil que todo el mundo se sienta con la potestad de escribir algo. Nosotros estamos de acuerdo en que luego se academiza lo que sí y lo que no es poesía, y a veces se siguen unas normas que no son las que nosotros consideraríamos las más correctas. Quizá en cuatro o cinco años vuelva a haber sólo dos garitos de poesía en Valencia, no lo sabemos. La intención es aprovecharlo, que sea una fiesta poética, que crezca la escucha y la creación, que se genere una comunidad, que trabajemos juntos y si se puede que se profesionalice. Y ya veremos qué dirá el futuro».