Ateneo Grand Splendid, la librería ‘mágica’ de Buenos Aires
MARIA CLAUDIA BONILLA
Sí, las librerías nos tocan. En ellas crecen manos que nos atraen hacia los libros, más aún cuando hay un anfitrión que, con su experiencia, se convierte en cómplice y celestino o cuando el espacio mismo, guía, envuelve, como ocurre en El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires.
Catalogada como una de las librerías más bellas del mundo, El Ateneo acoge al que se deja tentar y le permite recorrer el espacio, no como un visitante fugaz con derecho a hojear brevemente lo que va a comprar, sino como un amigo de la casa a quien le está permitido quedarse a leer y descubrir, en una biblioteca enorme, sus intereses e inquietudes.

Interior de la librería Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires (Foto: Claudia Bonilla)
El recinto, que murmura secretos tras sus telones, ha sido testigo de la historia de Buenos Aires desde 1919, año de su inauguración. Fue Max Glücksmann, empresario austríaco, quien encargó su construcción y desde entonces ha visto pasar a los protagonistas de cada momento, contribuyendo a la difusión cultural al funcionar como sala de cine que alternaba las proyecciones con Los concursos del Grand Splendid, donde el público juzgaba producciones inéditas de tango interpretadas por distintas orquestas y transmitidas a través de la emisora que funcionaba también allí.
El Grand Splendid fue la primera sala de cine en Argentina, y allí nacieron los concursos de tango que más adelante se expandieron, trasladándose a otros lugares. Ha sido muchas veces un sitio en el que florecen ideas nuevas y lo sigue siendo ahora, restaurado desde el año 2000 y convertido en una librería que preserva la magia de su historia sumando la belleza de poder habitarlo, disfrutando de sus rincones, sus palcos y su escenario.

Vista general de la librería (Foto: Claudia Bonilla)
La luz cálida conserva la atmósfera del teatro en el intermedio de la obra, los libros con su olor están dispuestos allí para ser tocados, las conversaciones aisladas y discretas llenan de vida un espacio en el que además resuenan las lecturas y los pensamientos de quienes lo pueblan fugazmente y el escenario invita a ser parte de la obra incesante del día a día, donde al lado del telón y del piano se saborea una lectura, una conversación o un buen café.
Es un lugar donde se despiertan todos los sentidos y el pensamiento, además de tener mil volúmenes donde nutrirse, puede elevarse hasta la cúpula, colarse en cualquier rincón y, por qué no, hallar algún tesoro escondido tras bambalinas.
Como dice un poema de Federico García Lorca:
La primera vez
no te conocí.
La segunda, sí.

Detalle de la bóveda de la librería (Foto: Claudia Bonilla)