Single Blog Title

This is a single blog caption

De poetas, traductores y traidores


ANGEL SALGUERO
Un poema tiene tantos significados como lectores. Abrir un libro es uno de los actos más íntimos de comunicación entre dos personas, al que cada una aporta su bagaje, su visión, sus circunstancias y sus ideas, preconcebidas o no. Según esa lógica, la traducción es también una lectura más de muchas posibles, una conversación en la que el traductor pone tanto de sí mismo como el propio autor.

En un artículo anterior ya hablamos del delicado equilibrio entre fidelidad y libertad al traducir poesía. Ahora nos fijaremos en lo que sucede cuando quien traduce es también un poeta que imprime su propia sensibilidad (y a veces, su estilo) en el texto original.

Fray Luis

Fray Luis de León.

Hay traducciones que han acabado con sus autores en prisión. Le sucedió a Fray Luis de León cuando vertió en castellano el ‘Cantar de los Cantares’ por encargo de Isabel Osorio, una prima suya y monja del convento Sancti Spiritus de Salamanca que deseaba leerlo y no dominaba el latín. En 1572 la Inquisición le detuvo y encarceló, acusándole, entre otros cargos, de hacer circular en «lengua vulgar» el libro de los Cánticos de Salomón y de menospreciar la edición ‘oficial’ en latín. Permanecería encerrado cinco años.

En el prólogo a su versión del ‘Cantar de los Cantares’, Fray Luis de León deja claras sus ideas sobre la traducción: «El que traslada ha de ser fiel y cabal y, si fuere posible, contar las palabras para dar otras tantas, y no más ni menos, de la misma cualidad y condición y variedad de significaciones que son y tienen las originales, sin limitallas a su propio sentido y parecer, para que los que leyeren la traslación puedan entender toda la variedad de sentidos a que da ocasión el original si se leyese, y queden libres para escoger de ellos el que mejor les pareciere».

Y así comienza su hermosa traducción, en octavas reales:

Béseme con su boca a mí el mi amado.
Son más dulces que el vino tus amores;
tu nombre es suave olor bien derramado,
y no hay olor, que iguale tus olores;
por eso las doncellas te han amado,
conociendo tus gracias y dulzores.
Llévame en pos de ti, y correremos:
No temas, que jamás nos cansaremos.
Mi Rey en su retrete me ha metido,
donde juntos los dos nos holgaremos;
no habrá allí descuido, no habrá olvido;
los tus dulces amores cantaremos.
En ti se ocupará todo sentido,
de ti, por ti, y en ti nos gozaremos:
que siendo sin igual tu hermosura,
a ti solo amará toda dulzura.

Borges

Jorge Luis Borges.

Entre los escritores y poetas contemporáneos, uno de los que más ha reflexionado sobre la traducción ha sido Jorge Luis Borges. Para él, traducir era un acto de creación, no una actividad secundaria. «Los escritores hacen la literatura nacional», aseguró, «y los traductores hacen la literatura universal». Borges abogaba por la libertad al trasladar textos de un idioma a otro y pensaba que el traductor debería tener carta blanca para «mejorar» los originales: «Hoy día somos partidarios de [las traducciones literales]. Esto les hubiera parecido un crimen a los traductores del pasado, que pensaban en algo de muchísimo más mérito. Querían demostrar que la lengua vernácula estaba tan capacitada para un gran poema como la original», afirmó en una de sus conferencias.

Walt Whitman.

Walt Whitman.

Borges tradujo su primer texto, un cuento de Oscar Wilde, a los 11 años. A lo largo de su vida vertió al español obras de Edgar Allan Poe, Franz Kafka, James Joyce, Hermann Hesse, Rudyard Kipling, Herman Melville, André Gide, William Faulkner, Virginia Woolf, Jack London, Gustav Meyrink, Novalis, George Bernard Shaw o Jonathan Swift, entre otros. En su versión de las ‘Hojas de hierba’ de Walt Whitman ya advertía en el prólogo: «No entreveo otra posibilidad que la de una versión como la mía, que oscila entre la interpretación personal y el rigor resignado». Un planteamiento que plasma, por ejemplo, al traducir de esta manera el ‘Canto de mí mismo’, del que reproducimos las estrofas iniciales:

Yo me celebro y yo me canto,
Y todo cuanto es mío también es tuyo,
Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.

Indolente y ocioso convido a mi alma,
Me dejo estar y miro un tallo de hierba de verano.

Mi lengua, cada átomo de mi sangre, hechos con esta tierra, con este aire,
Nacido aquí, de padres cuyos padres nacieron aquí, lo mismo que sus padres,
Yo ahora, a los treinta y siete años de mi edad y con salud perfecta, comienzo,
Y espero no cesar hasta mi muerte.

Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás;
me sirvieron, no las olvido;
Soy puerto para el bien y para el mal, hablo sin cuidarme de riesgos,
Naturaleza sin freno con elemental energía.

Creo en ti, mi alma, el otro que soy no se rebajará ante ti,
Y tú no te rebajarás ante él.

Tiéndete en el pasto conmigo, desembaraza tu garganta,
No son palabras, ni música, ni versos lo que preciso, ni hábitos, ni
discursos ni aun los mejores,
Sólo quiero el arrullo, el susurro de tu voz suave.

Neruda

Un joven Pablo Neruda.

Por su parte, Pablo Neruda llegó a la traducción por necesidad. En 1923 el entonces joven poeta necesitaba reunir dinero para pagar la edición de su libro ‘Crepusculario’, y por ello accedió a traducir dos textos de Marcel Schwob para una revista de Santiago de Chile. Posteriormente traduciría también a Baudelaire, Rilke o William Blake, con los que compartía una vinculación más o menos cercana a la estética simbolista y cuyo espíritu terminó apareciendo también en su propia obra poética.

Charles Baudelaire.

Charles Baudelaire.

De Baudelaire, Neruda realizó esta versión de ‘El enemigo’, en la que se toma ciertas libertades:

Mi juventud no fue sino oscura tormenta
que rara vez el Sol cortó con luz brillante,
trueno y lluvia ejercieron tan repetida afrenta
que en mi jardín no existen los frutos incitantes.

Yo que toqué el otoño del pensamiento azadas
tendré que usar, rastrillos y palas poderosas,
para juntar de nuevo las tierras inundadas
donde los agujeros son grandes como fosas.

Quién sabe si las nuevas flores que yo he soñado
encontrarán en este territorio lavado
el místico alimento que las vaya elevando!

Oh dolor de dolor! Corre el tiempo, la vida,
y el oscuro enemigo que nos va desangrando
crece y se fortifica con la sangre perdida!

Rafael Alberti y María Teresa León.

Rafael Alberti y María Teresa León.

El poeta Rafael Alberti y su mujer, la escritora María Teresa León, publicaron desde el exilio en Argentina numerosas traducciones de distintos autores, entre ellos poetas como su contemporáneo Paul Eluard, que supo dar profundidad lírica al surrealismo. Así se refleja en este fragmento de ‘La victoria de Guernica’, escrito durante la guerra civil española:

Gran mundo de los tugurios
De la mina y de los campos

Rostros buenos para el fuego rostros buenos para el frío
Para los desaires nocturnos para las injurias para los golpes

Rostros que sirven para todo
He aquí el vacío que os mira
Vuestra muerte va a servir de ejemplo

La muerte corazón volcado

Os han hecho pagar el pan
El cielo la tierra el agua el sueño
Y la miseria
De vuestra vida

Ellos decían desear el bien entendimiento
Racionaban a los fuertes juzgaban a los locos
Daban limosna partían en dos una moneda
Saludaban a los cadáveres
Se abrumaban de cortesías

Persevera exageran ellos no son de nuestro mundo

Mauricio Bacarisse y Arthur Rimbaud.

Mauricio Bacarisse y Arthur Rimbaud.

Mauricio Bacarisse es uno de los poetas menos conocidos de la Generación del 27. Falleció antes de llegar a los 40 años y dejó una obra escasa, entre la que figura una traducción de ‘Los poetas malditos’ de Paul Verlaine. Bacarisse se atrevió a trasladar con rima los versos de Arthur Rimbaud que cita Verlaine, como estos de ‘El barco ebrio’ en los que, en ocasiones, se ve obligado a retorcer el idioma:

Yo sentí al descender los impasibles Ríos
que ya no me sirgaban mis conductores rudos;
de blanco a pieles-rojas chillones y bravíos
sirvieron en los postes, clavados y desnudos.

Por las tripulaciones nunca tuve interés
y cuando terminó la cruel algarabía,
a mí, barco de trigo y de algodón inglés,
me dejaron los Ríos ir adonde quería.

Bogué en un cabrilleante furor de marejadas
más sordo e insensible que meollo de infantes
y las viejas Penínsulas por el mar desgajadas
no han sufrido vaivenes más recios y triunfantes.

La tempestad bendijo mi despertar marino.
Diez noches he bailado más leve que un tapón
sobre olas que a las víctimas abrían el camino,
sin lamentar la necia mirada de un farón.

Cual para el niño poma modorra, regodeo
fue para el agua verde este casco de pino;
dispersando el timón y perdiendo el arpeo
me lavó de inmundicias y de manchas de vino.

Otros ejemplos recomendables de poetas traduciendo a poetas son los ‘Sonetos’ de Shakespeare en la versión de Agustín García Calvo, los poemas de Pessoa por Ángel Crespo o los de Vicent Andrés Estellés trasladados por Marc Granell al castellano. La unión de dos sensibilidades para crear, como pedía Borges, belleza.

Visitas: 4.458