Versos sobre una partitura: Poemas que se convirtieron en canciones
La poesía y la música han cruzado sus caminos desde la Antigüedad. Jorge Luis Borges aseguró una vez que la poesía «siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito. Recuerda que fue primero una canción». Y como testimonio de esa estrecha relación, a lo largo de la historia infinidad de poemas han hecho un viaje de ida y vuelta desde la página y la memoria hasta la partitura. Aquí os ofrecemos una selección, irremediablemente subjetiva, de algunos de esos temas construidos a partir de versos de autores universales.
Comenzamos con el compositor francés Claude Debussy, conocido por sus obras orquestales y para piano, que adaptó en 1880, cuando sólo tenía 18 años, un poema de Théodore de Banville titulado ‘Noche de estrellas’:
Noche de estrellas,
bajo tus velos,
bajo tu brisa y tus perfumes,
triste lira
que suspira,
sueño con amores extintos.
La serena melancolía viene a germinar
en el fondo de mi corazón,
y escucho el alma de mi amada
estremecerse en el bosque ensoñador.
Noche de estrellas,
bajo tus velos,
bajo tu brisa y tus perfumes,
triste lira
que suspira,
sueño con amores extintos.
Vuelvo a ver en nuestra fuente
tu mirada azul como el cielo;
esta rosa es tu aliento
y estas estrellas son tus ojos.
Noche de estrellas,
bajo tus velos,
bajo tu brisa y tus perfumes,
triste lira
que suspira,
sueño con amores extintos.
Otro de los grandes de la música francesa de finales del siglo XIX y principios del XX fue Gabriel Fauré, autor de numerosas ‘mélodies’ clásicas como esta, basada en el poema ‘Claro de Luna’ de Paul Verlaine que traducía así Manuel Machado:
Vuestra alma es un exquisito paisaje,
Que encantan máscaras y bergamascos,
Tocando el laúd y danzando y casi
Tristes bajo sus fantásticos disfraces.
Siempre cantando en el tono menor,
El amor triunfal y la vida oportuna
Parecen no creer en su felicidad
Y sus canciones se unen al claro de la luna.
Al tranquilo claro de luna, triste y bello,
Que hacen sonar los pájaros en los árboles,
Y sollozar extáticos a los surtidores,
Surtidores esbeltos entre los blancos mármoles.
En el verano de 1979 el cantaor Camarón de la Isla sorprendió con un disco revolucionario, ‘La leyenda del tiempo’. Ese era el título también de la canción que lo abría, basada en uno de los poemas que Federico García Lorca incluyó en su obra ‘Así que pasen cinco años’:
La instrumentación, que rompía con la ortodoxia al incluir elementos como el bajo eléctrico, provocó críticas entre el público más purista, pero Camarón reafirmó su criterio artístico: «Cuando hago un disco no pienso en lo que van a decir, porque yo sé que de momento no lo van a entender, tiene un cierto tiempo para que lo entiendan», declaró el cantaor en una entrevista de la época.
Hablando de ‘tiempo’, uno de los grandes aciertos de la serie ‘El Ministerio del Tiempo’ de RTVE fue utilizar esta canción de Camarón para mostrar a un Federico García Lorca de ficción cómo su poesía había sobrevivido tantas décadas después de su asesinato:
Los ‘Sonetos del amor oscuro’ de Federico García Lorca fueron también convertidos en canción por el músico Amancio Prada, que construyó con ellos un espectáculo tan sólo unos años después de que salieran por primera vez a la luz:
El cantaor Enrique Morente se llevó hacia el flamenco la poesía de Luis Cernuda, acompañándose en este ‘Donde habite el olvido’ por el gran guitarrista Pat Metheny:
Para quienes han crecido escuchando a Joan Manuel Serrat, su música y su voz son inseparables de poemas clásicos como ‘Para la libertad’ de Miguel Hernández:
El cantante y compositor argentino Alberto Cortez aplicó también su especial sensibilidad a esta versión del poema ‘Inventario Galante’ de Antonio Machado, sutilmente dramatizada en una de sus apariciones televisivas:
Una de las canciones más famosas de The Byrds, uno de los grupos pioneros del folk rock en la década de los sesenta, fue ‘Turn! Turn! Turn!’. Se trataba de una versión de un tema de Pete Seeger, quien a su vez se había basado en un pasaje del Eclesiastés que adaptó de manera casi literal:
Todo tiene su momento oportuno;
hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
tiempo para nacer y tiempo para morir;
tiempo para plantar y tiempo para cosechar;
tiempo para matar y tiempo para sanar;
tiempo para destruir y tiempo para construir;
tiempo para llorar y tiempo para reír;
tiempo para estar de luto y tiempo para bailar;
tiempo para esparcir piedras y tiempo para recogerlas;
tiempo para abrazarse y tiempo para apartarse;
tiempo para buscar y tiempo para perder;
tiempo para guardar y tiempo para desechar;
tiempo para rasgar y tiempo para coser;
tiempo para callar y tiempo para hablar;
tiempo para amar y tiempo para odiar;
tiempo para la guerra y tiempo para la paz.
Syd Barrett fue miembro fundador de Pink Floyd y compositor de muchas de sus canciones durante su fase más psicodélica. En su primer disco en solitario, publicado en 1970, Barrett incluyó una versión del poema de James Joyce titulado ‘Cabello dorado’:
Asómate a la ventana
Cabello dorado,
Te oigo cantar
Una alegre melodía.
Mi libro estaba cerrado,
Ya no leía,
Observando la danza del fuego
en el suelo.
He abandonado mi libro
He abandonado mi habitación
Porque te oí cantar
a través de la penumbra.
Cantando y cantando
Una alegre melodía,
Asómate a la ventana
Cabello Dorado.
Otro miembro de Pink Floyd, el guitarrista David Gilmour, se atrevió con uno de los famosos sonetos de William Shakespeare. Esta es la versión española de Agustín García Calvo:
¿A un día de verano habré de compararte?
Tú eres más dulce y temperado: un ramalazo
de viento los capullos de Mayo desparte,
y el préstamo de estío vence a corto plazo;
tal vez de sobra el ojo de los cielos arde,
tal vez su tez de oro borrones empañan,
y toda gracia pierde pronto o tarde,
que ya accidente o cambio natural la dañan.
Mas tu verano eterno ni jamás se agosta
o pierde prenda de esa gracia en que floreces,
ni Muerte ha de ufanarse que a su negra costa
vagues, que cara al tiempo en línea eterna creces.
En tanto aliente un hombre o ver el ojo pida,
vivo estará este verso, y te dará a ti vida.
Andrew Bird es compositor y multinstrumentista. En esta canción, acompañado por la cantante Phoebe Bridgers, adapta un poema de Emily Dickinson que os ofrecemos en versión de Silvina Ocampo:
Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose — arrastrándose — hasta que pareció
que el sentido se quebraba totalmente —
y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor —
comenzó a batir — a batir — hasta que pensé
que mi mente se volvía muda —
y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio — comenzó a repicar,
como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí —
y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí —
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo — entonces —
Si queréis sugerirnos más adaptaciones de poemas os invitamos a escribirnos e iremos actualizando el post con nuevos vídeos.