Grandes narradores… y también poetas: Boris Vian y Ray Bradbury
MAR GÓMIZ
Siempre es buen momento para dejarte sorprender por la poesía… y si hacéis un hueco a la lectura queremos ofreceros algunas sugerencias para descubrir los versos de autores a los que quizá conozcáis más por su prosa. En esta primera entrega os hablamos de Boris Vian y Ray Bradbury.

Boris Vian.
No quisiera palmarla / Antes de haber probado / El sabor de la muerte…
BORIS VIAN
Descubrí a Boris Vian muy jovencita y quedé atrapada por su fascinante mundo y su humor negro, muy negro. Durante un tiempo lo devoré todo: ‘Escupiré sobre vuestra tumba’, ‘Con las mujeres no hay manera’, ‘La hierba roja’ con sus viajes en el tiempo… Sus libros me descubrieron una literatura nueva para mí, pero entre todos ellos fue la triste historia de amor que relata en ‘La espuma de los días’ la que cautivó mi corazón.
Si comparamos su producción poética con el resto de su obra, puede pensarse que ésta ocupa un lugar relativamente reducido. Pero lo cierto es que ya se hable de poesía, de novela, de teatro o de canción, «el espíritu poético que preside el conjunto de lo escrito por Boris Vian es incuestionable», dice su traductor Juan Antonio Tello en el prólogo de su ‘Poesía Completa’ publicada por la editorial Renacimiento.
Je voudrais pas crever es una de las obras poéticas más conocidas de Vian. Este es un fragmento:
No quisiera palmarla
Sin haber conocido
Los perros negros de Méjico
Que duermen sin soñar
Los monos de culo pelado
Devoradores de trópicos
Las arañas de plata
En el nido trufado de burbujas
No quisiera palmarla
Sin saber si la luna
Con su falsa apariencia de moneda
Tiene un lado puntiagudo
Si el sol está frío
Si las cuatro estaciones
No son en verdad más que cuatro
Sin haber probado
A llevar un vestido
En los grandes bulevares
Sin haber mirado
En una boca de alcantarilla
Sin haber puesto la cola
En rinconcillos extraños
[…]
No quisiera morir
Sin que hayan inventado
Las rosas eternas
La jornada de dos horas
El mar en la montaña
La montaña en el mar
El final del dolor
Los diarios en color
Todos los niños contentos
Y tantas cosas más
Que duermen en los cráneos
De los geniales ingenieros
De los jardineros joviales
De los cuidadosos socialistas
De los urbanos urbanistas
Y de los pensativos pensadores
Tantas cosas que ver
Que ver y que oír
Tanto tiempo esperando
Buscando en la oscuridad
Y yo veo el final
Que bulle y que se acerca
Con muy malas pintas
Y que me abre sus brazos
De rana patituerta
No quisiera palmarla
No señor no señora
Antes de haber palpado
El sabor que me atormenta
El sabor que es más fuerte
No quisiera palmarla
Antes de haber probado
El sabor de la muerte…
SI FUERA POHETA…
SI fuera poheta
Me daría a la bebida
Tendría una nariz roja
Una gran caja
En la que apilaría
Más de cien sonetos
En la que apilaría
Mis sobras completas.
Para Boris Vian las Moscas no son esas insaciables golosas que nos decía Machado:
BZZZ…
Dios supo odiar bastante para crear las moscas,
Horribles, aterciopeladas, con su cuerpo inquietante
Hinchado de pus amarillento, y en su vuelo flotante
Arrastrando un no sé qué fúnebre y turbio.
Contradiciendo a Satán que pudre lo que toca
Vosotras, moscas, tocáis lo que se pudre, al probar
Todas en masa el ojo rosáceo y rezumante
De bestias cegadas por vuestras ávidas bocas
Y vuestra ala estridente con nervaduras de hierro
Eleva en mi pesadilla un nebuloso infierno
De cuerpos velludos, surgidos de la sombra donde se golpean
Los clavos del largo ataúd donde extenderé mi cuerpo
Y que será quemado en la llama inmortal
Para librarme de vosotras, cuando esté muerto…
Leyendo este libro me encantó descubrir que Boris Vian había titulado uno de sus poemas como yo titulé hace unos años uno de mis cortos: Bzzz. Su poema está dirigido a las moscas y mi zumbido se refería al aleteo de las langostas. Tras una devastadora plaga de langosta que arrasó el Norte y oeste de África en 2004 cogí unas cartulinas, rotuladores y mi cámara de fotos para crearlo. Este corto fue finalista en la II edición del Festival Actúa de Intermon-Oxfam.
Boris Vian murió poco antes de cumplir los cuarenta en un cine viendo la adaptación de su novela Escupiré sobre vuestra tumba. Espero que antes de “palmarla” conociera los monos de culo pelado y las arañas de plata.

Ray Bradbury.
“El arte no nos salva, como desearíamos, de la guerra, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez o la muerte, pero puede revitalizarnos en medio de todo”
RAY BRADBURY, EL POETA DE LA CIENCIA FICCIÓN
Después de escribir ‘Crónicas marcianas’ —y tras la buena reseña del también escritor Christopher Isherwood— empezó a ser conocido Ray Bradbury como el poeta de la ciencia ficción a pesar de que él siempre defendió que sólo había escrito un libro de ciencia ficción, que el resto de su obra era de fantasía.
Devoré en mis veinte las historias fantásticas de Philip K. Dick, Isaac Asimov, Aldous Huxley y Ray Bradbury.
Hay mucha poesía en ‘Farenheit 451’ y en sus ‘Crónicas marcianas’ que lo convirtieron en los años 50 en una celebridad. pero en mi memoria late aún ‘El hombre ilustrado’ y sus múltiples historias.
Lo que no supe en su momento es que Bradbury contrajo la «enfermedad de la poesía», como dice Fernando Aramburu en su ‘Autorretrato sin mí’, también a una edad temprana.
La edición bilingüe de Jesús Isaías Gómez López publicada por la editorial Cátedra es mucho más que un compendio de poemas en dos lenguas, es un ensayo que nos pone en contexto y nos muestra la gran riqueza de este escritor, dramaturgo, poeta y guionista americano.
Este volumen es una gozada desde la primera página, donde nos cuenta la adoración que sentía el escritor americano por el pintor español Goya:
Ray Bradbury empezó muy pronto a publicar su poesía y continuó haciéndolo hasta el final. Dice Gómez López que decide y apuesta conscientemente porque la poesía cierre el círculo estrellado de su infinito y fantástico imaginario literario.

Ray Bradbury publica su primer poemario, When Ele- phants Last in the Dooryard Bloomed (La última vez que florecieron los elefantes en el jardín) en la editorial Knopf de Nueva York, en 1973.
Dice Gómez López: «La poesía de Ray Bradbury, además de hacernos deambular por escenarios y mundos fantásticos, además de hacer del hombre del futuro un explorador de su condición humana ante el encuentro de su nuevo hogar estelar, ade- más de anticiparnos sus aventuras como pasajero y tripu- lante del interior de la Ballena Blanca y metálica que lo devolverá al Edén, ofrece una fenomenológica interpreta- ción del hombre como un simple mortal, con sus gustos y aficiones pasajeras, con fallas y grietas por las que también se filtra la luz del cielo, de los sueños y de su Ciudad Verde, que, en definitiva, le recuerdan que aún tiene los pies en la Tierra aunque su corazón apunte hacia las estrellas».
HACER ES SER
Hacer es ser.
Haber hecho no es bastante;
hartarte de hacer, ese es el juego.
Nombrarte a cada hora por lo que se ha hecho,
tabular tu tiempo ante el cañón del atardecer
y encontrarte a ti mismo en actividades
que no podrías conocer antes de los hechos
que tú cortejabas desde el secreto ser, que necesita mucho
cortejo,
por eso, haciéndolo así lo realza,
aniquila la duda con sólo saltar, apresurarse, correr
en adelante para ser
el ahora descubierto yo.
No hacer es morir
o dejar pasar el tiempo y mentir sobre
lo que algún día podrías hacer.
¡Acabemos con eso!
El mañana está vacío
si no hay un hombre que lo haga ser
con su articulada forma de ver.
Que tu mente dirija a tu cuerpo:
Dale a oler la sangre al perro guía;
así pues, practica y ensaya
para encontrar el universo del alma-corazón,
sabedor de que mover/ver
da fe en todo momento: ¡Hacer es ser!
SIEMPRE ES UN ERROR IRSE DE VACACIONES
Siempre es un error
irse de vacaciones,
el pasatiempo de algunas personas
mientras se está fuera
es ir sin rumbo… y a morir.
Los perros se aplacan en el campo veraniego,
los gatos sueltan una camada que será
despilfarrada, regalada.
De escaso interés para los amigos felinos,
o para la señora del piso de arriba en la calle
muy discreta con su locura de años,
que coge unas tijeras, corta su locura por separado,
pone su corazón en manos del cartero
o se escapa con un vendedor
un buen día por un simple beso.
Así, ves lo que echas de menos
si conduces a Wisconsin y te olvidas de todo;
los ciegos caminan por los precipicios.
Los sordos se despiertan una mañana por el canto de un pájaro,
¿crees que eso es absurdo? Pues prepárate, que hay más.
Un perro se estrelló. El pastel de la abuela se cayó.
¡Qué diablos!, las calamidades son numerosas,
unas cómicas, otras trágicas como pulgas
que bailan sobre el perro y apagan su alegría.
maliciosamente o deportivamente, la totalidad actúa muda,
pero, sin parar el reloj desde esta ausencia descolorida,
hasta que tú vuelves.
Conforme sales del viejo coche de tu padre,
ya esté el vecindario cerca
o lejos,
todos los vecinos se detienen,
y esperan la llamada de tu orquesta.
Con un grito atronador (realmente pequeño)
calculas la populista necesidad,
gritas: «¡Proseguid!!».
Luego más despacio, y luego cuando ya te has ido,
esta vieja doncella acepta la Muerte por novio
o, ¡no!, florece como dulce aliento de culantrillo.
O un desfile de dos gatos con diez mocosos
sigue la marcha de la Banda de Sousa pomposamente
y las pulgas por el hocico de tu perro se arrastran
y dormitan para que él se duerma.
Aunque habías deseado volver y llegar
un alegre y animado lunes.
¡Dulce Cristo! ¡Oh, no! ;Mirad!
¡Carajo! Es… ¡¡domingo!!
LAS MUJERES SE CONOCEN A SÍ MISMAS;
LOS HOMBRES VACILAN
Las mujeres se conocen a sí mismas;
los hombres vacilan.
Las mujeres se hallan tranquilas consigo mismas;
los hombres y los perros vagan sin rumbo fijo.
Las mujeres se valoran a sí mismas;
los hombres tienen que indagar.
Las mujeres tienen ojos para ver;
los hombres están ciegos.
Las mujeres se quedan, las mujeres están;
los hombres aguardan, todos los hombres van a alguna parte.
Las mujeres caminan en silencio;
la mayoría de los hombres meten la pata.
Las mujeres miran espejos fríos
y allí encuentran el polvo mortal;
los hombres anhelan rápidos tufos
que descomponen el sol y la luz
y destellan risas y no se muestran a la vista
salvo residuos de lujuria;
así es propio de las mujeres aceptar
y de los hombres rechazar
la noche.
Las mujeres se acuestan con el niño para abrigarlo;
los hombres beben para sacudir el invierno hospedado en
los huesos del verano,
ellos envejecen con la cerveza
y, por tanto, ciertamente
envejecen.
SI YO FUERA UN EPITAFIO
¿Qué diría de mí si yo fuera un epitafio?
¿Que él tenía los huesos molidos?
¿Que la muerte le hizo reír?
¿Que la alegría lo volvió taciturno?
¿Que la melancolía le hizo delirar?
¿Que los abogados le convencieron adormilado,
y le hicieron echarse una siesta al mediodía,
pero él seguía en la cama a las nueve en punto
para poder levantarse así con la luna?
¿Y corretear por los prados
mientras otra gente dormía,
con las ventanas abiertas y aireadas
él sonreía y sólo echaba vapores?
Lo precintaron en un ataúd
pero no lograron que se quedara,
¿era su risa demasiado grande, su sonrisa demasiado ancha
para que la Muerte lo tumbara?
No importa el moldeador,
ni la lombriz que hay en su caja,
¿ningún gusano medidor podría avanzar a rastras
y circunnavegar su rictus?
Si el Universo tuviera que reclamarme
y guardarme en un sueño
yo estallaría en carcajadas
y hundiría el Abismo en las profundidades;
allí todos yaceríamos cordialmente,
las estrellas vacías y yo
y hablaríamos sobre la Creación
y con Dios nos apoderaríamos
del tiempo que ha sido echado al fuego,
un billón de años que ir tragando poco a poco,
y luego abrir de par en par las risas de Dios
y dejarLe comerme del todo.
Escribe Jesús Isaías Gómez López: Bradbury, que a los once años de edad, tras ver en su pueblo natal el espectáculo de Mr. Eléctrico, del que toma la recomendación que se convertirá en uno de los mantras que permanentemente le acompañarán en su viaje por la vida: «¡Vive eternamente!», es tan inmortal como los marcianos que ya nos trae a la Tierra en 1950 para ahorrarnos así tener que ir a Marte, porque, según Ray Bradbury, es todo aquello que amamos lo que nos hace realmente inmortales: «Soy un optimista, descarto un mañana de oscuridad. Tengo fe en el hombre como Dios y en Dios como hombre; creo que seremos inmortales, que sembraremos las estrellas y viviremos eternamente en la carne de nuestros hijos».