Poemas para un año nuevo: Tiempo, esperanza y posibilidades
ÁNGEL SALGUERO
Otro año está a punto de terminar. Si el tiempo es una ilusión, ya lo dijo Einstein, entonces estos últimos doce meses han volado como un sueño. Cerrar los ojos para volver a abrirlos y encontrarse de nuevo ante un camino virgen que recorrer. Posibilidades, elecciones, decisiones esperan. Es un proceso implacable que no deja de repetirse y a pesar del azar y de los cambios, como escribe Jorge Luis Borges en ‘Final de año’, el verdadero milagro es que siempre, pase lo que pase, nuestra esencia pervive:
Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.
Y ahí está, al despertar, ante nosotros. Un capítulo por estrenar, «invisible, intacto y aún posible», que describe así W. S. Merwin en este poema dedicado, sencillamente, ‘Al año nuevo’:
Con qué quietud apareces
al final en el valle
tu primer rayo de sol alcanza
las puntas de unas pocas
hojas que no se agitan
como si no se hubiesen enterado
y no te conocieran en absoluto
después la voz de una paloma
se anuncia desde muy hondo
al silencio de la mañana
de modo que este es tu sonido
aquí y ahora te escuche alguien
o no es aquí a donde
hemos llegado con nuestra edad
nuestro saber tal cual es
y nuestras esperanzas tal cuales son
invisible ante nosotros
intacto y aún posible
El poeta norteamericano Frank O’Hara contempla el bullicio frenético que acompaña los últimos días de diciembre como un mero decorado para algo más profundo y más íntimo. Lo expresa en esta ‘Felicitación de Navidad a Grace Hartigan’, uno de sus poemas más personales:
No hay acebo, pero sí
cristal y torres de granito
y los blancos leones de piedra
y las pálidas nubes violeta. Y
el gran árbol adornado en
la Plaza Rockefeller es público.
La Navidad es verde y general
como toda gran obra de la imaginación.
Brota en el desierto a partir de
sentimientos mínimos, privados,
una corona en torno a nuestra intimidad
como voces de niños en un parque.
Para el rojo vale nuestra sangre
que, igual que tu sonrisa, debe
protegerse con significados secretos
para no caer en la banalidad,
el lápiz de labios de la vida oculto
en un bolso contra violaciones.
La Navidad es época de aire frío
y fiestas ruidosas y grandes gastos,
pero en nuestros corazones las llamas
parpadean en respuesta, como en los árboles
de antaño. Preferiría que ardiese la casa
antes que se extingan nuestras llamas.
Y hablando de fuego, para la poeta Naomi Shihab Nye el tiempo es como un incendio que consume todo cuanto vamos dejando atrás… o casi todo. Así lo refleja en el poema titulado ‘Quemando el año viejo’:
Las cartas se consumen en segundos.
Las notas que amigos ataron al picaporte,
papel escarlata transparente,
crepitan como alas de polilla,
casadas con el aire.
Hay tanto inflamable en cada año,
listas de verduras, poemas a medias.
Días que arden en un remolino anaranjado,
una piedra resulta tan pequeña.
Donde había algo y ya no lo hay
grita una ausencia, festeja, deja un espacio.
Comienzo de nuevo con los números más bajos.
Rápido baile, mezcla de pérdidas y partidas,
sólo las cosas que no hice
chisporrotean cuando muere el fuego.
Por mucho que se desee, es imposible ‘frenar el vuelo del tiempo’. El poeta John Ashbery lo sabía y así lo reconoce, un tanto resignado, en este ‘Poema en el año nuevo’ en el que, sin embargo, deja aún margen para la esperanza y el renacimiento:
Una vez, en el agua bajo el claro crepúsculo decimonónico,
pediste al tiempo que frenara su vuelo. Si los deseos pudieran traer más que sollozos,
ese sería mi deseo para ti, mi amor, mi ángel. Pero otros
principios prevalecen en este sombrío paraíso, ¿no es cierto? Si se puede llamar así.
Luego el viento amainó por decisión propia.
Salimos, y vimos que había sucedido de verdad.
La estación se quedó inmóvil, alerta. Cómo de quieta estaba la gota
sobre el abrojo, no lo sé. Vengo sereno y con todo empaquetado,
pero aun así no dejo de perder cosas.
Pienso en Australia. ¿Es algo sobre Canadá?
¿Aletean las palomas? ¿Hay allí algo extraño que complete
lo que ya llevo dentro? ¿O debo estudiarme otra vez mi sistema de archivos?
¿Podemos confiar en que otros nos acusen,
ellos que sólo nos ven en la hora punta de la tarde
y nunca se detienen a pensar? Oh, yo fui una vez tan feliz contigo,
mi pájaro cantor. Ahora parece que sólo tengo tiempo
para las totoras que se inmolan sobre el pantano congelado.
Los días están tan concentrados. Sin embargo, el tiempo mismo está descentrado.
Al menos, así lo siento yo.
Lo conozco tan bien como las calles en el plano de mi imaginada
ciudad industrial. Pero tiene su propia manera de escaparse.
Nunca hubo plenitud que fuera a perdurar:
Hiciste cola para distintas cosas, y la luz moteada era
obstinada. ‘Puntiaguda’ fue uno de los adjetivos que se me ocurrieron,
y aun así, a pesar de todos sus niveles más altos o más bajos, me acerco a este canal.
Su momento era justo en pleno invierno. Había humo de pipa
en los cafés, y afuera la gran ave cenicienta
fluía desde vidrieras rotuladas y esperaba
un poco más allá. Otra oportunidad. Nunca llegó a ser un gesto.
El poeta valenciano Vicent Andrés Estellés buscaba en un día de año nuevo un confidente… y lo encontró, como expresa en este poema escrito con amarga ironía pero también con aceptación hacia lo que ha de venir:
Ahora Señor, sólo ahora, si
pudiera, aquí, hablaríamos de esto,
de aquello, los dos, sentados y tranquilos,
porque ahora siento el deseo de hablar
con un amigo y he pensado, no sé cómo,
en Usted. No sé si es algo irreverente,
pero es, Señor, lo que siento, lo que pienso,
y sé que a Usted tampoco le parece tan mal.
De amigo a amigo siempre se habla más claro.
No he contestado a todas sus cartas,
pero jamás fue por falta de amor.
Si he de ser franco, le diré que ya me da
un no sé qué contar siempre lo mismo:
que si esto, lo otro, lo de más allá, la poca suerte…
Es un buen Amigo y no le cansa escucharme,
pero es que a mí sí me cansa decirlo…
Además, a veces, uno piensa
que con los consejos no se resuelven las cosas.
Porque uno, entonces, lo que quiere es salir,
pero nunca que le digan que no
lo vuelva a hacer, ni que eso serán méritos para él
y que algún día sufrirá aún más.
Porque uno, Señor, es así, a veces,
y Usted debe saberlo muy bien…
Y bien, señor: hoy estrenamos año.
Nos echaremos un año nuevo sobre los hombros
que hará juego con esto o aquello
que nadie conoce en su existencia.
Pero iremos un poco encogidos
los que no solemos estrenar ropa…
Además, entonces uno piensa
que a este año ya lo ha vestido otro
—tiene roña en el cuello y los codos—,
como si hubiese algo raro en la talla
y uno no pudiese moverse dentro de él
(yo ya he llevado años viejos, rechazados por otros,
y sé muy bien lo que pasa después…)
Y bien, Señor: gracias por este año,
tantas gracias como días hemos de vestirlo.
Lo llevaremos lo mejor que podamos;
pero si no lo pudiésemos lucir…
Piense Señor que el mal no está en nosotros.
Cae más allá de nuestro gusto: en los huesos
El principio del año es también el momento de expresar propósitos, de tomar decisiones e intentar, una vez más, cambiar de vida. Gloria Fuertes detalla con humor en este ‘Año nuevo’ su lista de deseos:
A primeros de enero de un año cualquiera,
con amores y nombres seleccionados,
con los huesos maduros a mitad de mi vida
me PROMETO solemne no sufrir demasiado.
Si me pegan, que peguen,
si me aciertan, me han dado,
y si pierdo en la Rifa,
será porque he jugado.
Me fastidian las penas,
me da alergia el enfado,
con el ceño fruncido
parezco un feto raro.
Año nuevo vida nueva
(¡Qué tópico más sano!)
Nueva luz ilumina
mi ascensor apagado
de subir a deshora
de estar comunicando,
de hacer la angustia en verso
de hacer el tonto en vano,
de sembrar mis insomnios
de tachuelas y clavos.
A mitad de mi vida
de par en par sonrisa y puerta abro,
—que no quiero acabar por los pasillos
con el corazón apolillado—.
PROMETO no volver
a ahogaros en mi llanto,
no volver a sufrir,
sin un motivo muy
justificado.
El equipo de Poética 2.0 os desea un muy feliz año nuevo. ¡Gracias por seguirnos! Seguiremos trabajando para ofreceros la mejor poesía en formato audiovisual.