Rafael Soler: ‘El tiempo que no queda es el tiempo que más vale’
El poeta y escritor valenciano presenta ‘Necesito una isla grande’, una novela en la que un grupo de ancianos escapa de su residencia en busca de un último sueño
Las personas mayores, aseguraba Rafael Soler, «son transparentes, y es muy duro para ellos porque tienen un espíritu bárbaro». La sociedad se ha acostumbrado a arrinconarlos, a esconderlos de la vista en residencias y asilos, y sólo recientemente, con la tragedia del coronavirus, ha sido consciente de su abandono.
Ahora, el poeta y escritor valenciano les dedica su última novela, Necesito una isla grande, en la que un grupo de ancianos recibe un sustancioso premio de lotería y deciden escapar de la residencia en la que están confinados para vivir en un loft junto al mar. Como explicó el editor Manuel Turégano durante una presentación virtual organizada por la librería alicantina 80 Mundos, estos personajes, «dañados pero con la dignidad intacta», organizan casi una «rebelión a bordo» con la intención de dejar atrás su vida gris en busca de un sueño.
Porque, apuntó Rafael Soler, «todos necesitamos sueños para vivir. Cosas que sabemos que nunca sucederán, pero que al menos tenemos que intentar». El loft en el que aspiran a vivir, aunque ellos no sepan ni siquiera muy bien qué es, supone el contrapunto a esa existencia de «bocadillos de mortadela y espárragos finitos» que llevaban en la residencia. Y el mar, como siempre, representa «el destino final». Son personajes, dijo Soler, que siguen «mirando de cara» a la vida con la esperanza de que «su final les sorprenda haciendo planes». Y ese deseo les lleva a embarcarse en lo que el presentador de este acto virtual, el periodista Ramón Palomar, calificó como una historia de «road movie».
Turégano, por su parte, destacó la «gran empatía» de Soler hacia sus protagonistas, unos «perdedores» a los que describe con una «escritura compasiva e irónica, humorística y libertaria». Y llevan con bastante honra esa insignia de ‘perdedores’: «La mejor escuela es el barro», señaló el autor. «Jugártela y perder».
Más que la edad, lo que importa es la disposición vital. En la novela, aseguró el editor, «se habla de muerte, pero no de resignación» y ello se refleja en ese punto de rebeldía que tienen los protagonistas. «Hay jóvenes muy mayores y abuelos de mirada muy joven», dijo Soler, para quien lo fundamental es «tu actitud, cómo has vivido». Al final, añadió, «el tiempo que no queda es el tiempo que más vale».
Respecto al humor negro que recorre la obra, el autor cree que sin él la historia corría peligro de quedar «blandita». Hay además «dolor, traición, pérdida y gozo», emociones relatadas «desde la experiencia de los años vividos». Y todo ello en un libro de apenas 200 páginas. «Cada novela tiene la extensión que precisa», se justificó Rafael Soler. «Una cosa es contar algo, y otra muy distinta es atrapar al lector y decir: ‘No te suelto’. Y eso resulta muy difícil de hacer en 600 páginas».
Soler reconoció que al concluir la escritura de la novela lo pasó mal. Después de tanto tiempo ‘conviviendo’ con los protagonistas, la última frase siempre se escribe con un punto de amargura. «Cuando los personajes le abandonan», señaló, «el autor se queda vacío».