Single Blog Title

This is a single blog caption

Diez poemas para la Navidad de 2024

Los mejores poemas consiguen atrapar las emociones de sus autores y permiten, por tanto, que al leerlos esas emociones atraviesen el tiempo y se despierten también en nosotros. La presente selección de poemas de Navidad reúne diferentes visiones de esta época del año y en ellos se expresan circunstancias muy personales o se lanzan observaciones cuajadas de ironía.

Charles Simic.

Comenzamos precisamente por la ironía de Charles Simic, que consigue plasmar la naturaleza humana en su ‘Nota’ sobre una función escolar:

Una rata apareció en escena
durante la representación
de la obra de Navidad del colegio.
A María se le escapó un grito
y dejó caer al niño
sobre el pie de José.
Los tres Magos permanecieron
inmóviles
en sus coloridos ropajes.
No se oyó ni una mosca
mientras la rata examinaba el pesebre
por un instante
antes de salir a los pabellones
donde alguien la golpeó,
a conciencia,
una, y luego dos veces más,
con un objeto pesado.

(Traducción de Ángel Salguero)

Luis Rosales en 1972.

La Navidad es un momento de reflexión en este poema de ‘La casa encendida’ de Luis Rosales que retrata una encrucijada vital:

Has llegado a tu casa
y ahora quisieras saber para qué sirve estar sentado,
para qué sirve estar sentado igual que un náufrago
entre tus pobres cosas cotidianas.
Sí, ahora quisiera yo saber,
para qué sirven el gabinete nómada y el hogar que jamás se ha encendido,
y el Belén de Granada,
—el Belén que fue niño cuando nosotros todavía nos dormíamos cantando—
y para qué puede servir esta palabra: ahora
esta palabra misma: «ahora»,
cuando empieza la nieve
cuando nace la nieve,
cuando crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía,
en una vida de nieve que no tiene memoria perdurable,
en una vida de flor que no tiene mañana,
que no conoce apenas, si era clavel, si es rosa,
si fue azucenamente hacia la tarde.

Marianne Moore.

Marianne Moore.

Marianne Moore, una de las poetas más relevantes de la poesía americana del siglo XX, explora el simbolismo religioso del romero, incluyendo referencias a la mitología, en este poema complejo con múltiples lecturas:

La Belleza y el hijo de la Belleza y el romero:
Venus y el Amor, su hijo, por hablar claro,
nacidos supuestamente del mar,
en Navidad, juntos
trenzan una guirnalda de festividad.
No siempre romero:

desde la huida a Egipto florece distinto.
Con hojas lanceadas, verdes pero de reverso plateado,
sus flores —originariamente blancas—
se tornaron azules. La hierba de la memoria,
a imitación del ropaje azul de María,
no es tan legendaria

como para florecer al tiempo como símbolo y acritud.
Brotando de las piedras junto al mar,
de la altura de Cristo a los treinta y tres años,
se alimenta del rocío y con la abeja
“tiene un lenguaje mudo”; es en verdad
una especie de árbol de Navidad.

(Traducción de Ángel Salguero)

William Carlos Williams.

El poeta estadounidense William Carlos Williams ofrece en el siguiente poema una lectura personal del cuadro ‘La adoración de los Reyes’ de Bruegel:

En la Natividad
que yo ya he celebrado
el Niño en brazos de su Madre

los Reyes Magos con su esplendor
furtivo
y José y el marcial

acompañante
con sus rostros incrédulos
conforman una escena que se diría

copiada de los maestros italianos
pero con una diferencia
la maestría

de la pintura
y la mente la ingeniosa mente
que lo gobernó todo

la mente alerta insatisfecha con
lo que se le exige y no
puede lograr

aceptó la historia y la pintó
con los brillantes
colores del cronista

la mirada abatida de la Virgen
como una obra de arte
para la profunda veneración

Jane Kenyon.

Jane Kenyon.

La autora norteamericana Jane Kenyon describe aquí unas ‘Navidades fuera de casa’ en las que la nostalgia y la nueva rutina dan paso a una reacia aceptación:

Su enfermedad me trajo hasta Connecticut.
Por las mañanas paseo al perro: Esa parte de la vida
sigue intacta. Quién ha pintado, quién ha puesto aislamientos
o paneles, quién ha quemado el césped
con cal: Ésas son las noticias en la calle Ardmore.

Las hojas de los respetables rododendros
del vecino se encogen por el frío.
Ha salido marcha atrás
a través de la blanca aureola de su tubo de escape
y ha desaparecido hasta la noche.
En el vacío entre un alcalde y otro
la ciudad ha acumulado hojas en los desagües,
y al pasar los coches las levantan en remolinos.

Pasamos ante la casa dos puertas más abajo, la que
tiene las luces más locas de todo el barrio,
un establecimiento carente de ironía.
En verano su alado querubín vacía una jarra de agua,
su San Francisco da de comer a los pájaros.
Ahora hay ángeles, guirnaldas, velas que llegan
a la cintura y cisnes tirando de trineos.

Trescientos kilómetros más al norte yo soltaba al perro
entre los abedules y la sombra oscura de los pinos.
Echo de menos las colinas, los bosques, los arroyos
pedregosos, donde el ruido de las mangas de la cazadora
al rozar mi costado parece atronador y un cuervo
grazna soñoliento al amanecer.

A estas alturas los arroyos deben correr bajo una piel
de hielo, con blancas burbujas de aire pasando erráticas
como glóbulos por una vena. Pronto las cartas,
reenviadas, empezarán a llegarme aquí.

(Traducción de Ángel Salguero)

Ida Vitale.

Ida Vitale.

La poeta uruguaya Ida Vitale adopta en este poema titulado ‘Padua’ un tono contemplativo en el que el paisaje externo y el interno se funden:

Minúsculos cristales en guirnalda,
entre las ramas tienden su capricho
de luces ilusorias, que fragmenta
la brisa. Tras tal lujo invernal,
tras diamantes de hielo así enhebrados,
está la araña en su secreto hilván,
trazo que entra en la gloria y se destruye.
La diurna luz de Navidad acepta
el perfume que viene desde lejos,
del amarillo ilang ilang que vuelve
por los aires filosos, por las brumas
que la niñez no olvida: lo insumiso
en el batallador paduano invierno,
se engríe por lo fiel de tu memoria.
En su óvalo, quietas, las estatuas,
con su mirar de camposanto solo,
aguardan el desfile de la historia.
La nutria en el canal, inesperada,
¿fue un ideograma impreso en el absurdo
del paisaje que no tuve por suyo?
Un café gentilísimo conserva,
abierto a cuatro vientos, otro tiempo,
el paso de Stendhal y un aire amable,
para el iluso, de encantado anillo.
La judería, Giotto, arenas, muros
se zurcen en el tiempo del perfume
que pasó la muralla de la infancia.
Es la amistad que viene del pasado:
un milagro que al santo escarapela.

Günter Grass

Günter Grass.

El autor alemán Günter Grass construye en este poema, titulado ‘Adviento’, una fantasía infantil navideña utilizando algunos personajes bien conocidos de Disney:

Cuando el Tío Gilito vuelve a cambiar de trompetas,
y jugamos a su Jericó catalítico con bloques de madera,
porque el empate de nuestros padres
o la mutua retirada en caso de crisis
no quieren superar
la guerra limitada,
es decir, el umbral que va del dormitorio a la escalada,
ya que la Navidad está a la puerta,
cuando el Tío Gilito lanza al mercado algo nuevo,
la máquina de estrujar y triturar
y otras armas polivalentes. ¡Pum!
Hasta que una hora más tarde, ¡Tatatá!… ¡Paf! ¡Plop!
la guerra convencional, localizada en el cuarto de los niños
escala de una forma poco ortodoxa
y los padres,
porque las compras de Navidad
sólo permiten una distensión limitada,
y Juanito, Jorgito y Jaimito
—los sobrinos del pato Donald—
han cambiado por nada sus espadas y escudos,
renunciando a su segunda y gradual,
su ampliada disuasión mutua,
murmurando sólo mínimamente y dando las gracias,
cuando el Tío Gilito juega otra vez con petardos antiblindaje,
y con nosotros, si somos buenos, a la hecatombe,
porque tenemos que comernos todo lo que hay en el plato,
ya que los niños tienen hambre en la India
y menos juguetes y armas ABC
que llevan nuestra diaria defensa anticipada
del salón al bar de la casa, en el que nuestros padres
se gastan el dinero que el Estado les da por sus hijos,
hasta que se ríen de chistes sucios
y explotan controladamente
y por su propia mano,
lo mismo que nosotros sabemos montar
nuestras sirenas de alarma desmontables,
cuando sea mayor un día y la mitad de rico
que el tío Gilito,
lanzaré una auténtica guerra espasmódica
contra todos los padres que por todas partes se reúnen,
hablando de tener o suprimir niños,
y con Juanito, Jorgito y Jaimito
—los sobrinos del pato Donald—
planificaré una familia
en la que lo malo será bueno y lo bueno malo
y podamos ir al colegio
en un Land-Rover de tracción a las cuatro ruedas
lleno de misiles tremendamente absolutos,
para que podamos lanzar el primer ataque;
porque el tío Gilito dice siempre:
La disuasión mínima, hasta hoy
—y la Nochebuena se acerca cada vez más—
no nos ha hecho avanzar ni un paso de pato.

Fernando Pessoa.

En el ‘Libro del desasosiego’, Fernando Pessoa (a través de su heterónimo Bernardo Soares) desgrana ideas y observaciones en fragmentos como este, donde la Navidad aparece como un crisol en el que se funden las generaciones actuales y pretéritas:

    Día de Navidad. La «realidad» de la Navidad es subjetiva. Sí, en mi ser. La emoción, tal como vino, desapareció. Pero por un momento conviví con las esperanzas y las emociones de generaciones sin cuento con las imaginaciones muertas de todo un linaje muerto de místicos. ¡Navidad en mí!

María Negroni.

La escritora y poeta argentina María Negroni añora el sol y la primavera en este fragmento extraído de su libro ‘Archivo Dickinson’, un homenaje a la autora norteamericana Emily Dickinson:

    Reconozco que el tiempo está fatal. Diez grados bajo cero y el sol, sin asomar testuz, como soldado que se salva para batalla alguna. No se desanimen: tan rotatoria es la vida que la primavera volverá y podremos dejar de parecer tremendos osos. Mientras tanto, hagan planes para Navidad. No se olviden de patinar. Progresen tímidamente.
Robert Bly.

Robert Bly.

El paso del tiempo se refleja también en este poema de Robert Bly, titulado ‘Llevando a mis padres a casa en Navidad’ y en que la fragilidad de la vida se acentúa en medio de un paraje inhóspito:

Al llevar a mis padres a casa
a través de la nieve
su fragilidad vacila
al borde de una
ladera.

Grito al barranco
sólo la nieve responde.

Hablan en voz baja
de cargar con agua de comerse
una naranja
de la foto de un
nieto que se quedó olvidada
anoche.

Cuando abren la puerta
de su casa
desaparecen.

¿Y al roble cuando cae en
el bosque quién lo escucha
a través de kilómetros y kilómetros de
silencio?
Se sientan tan cerca el uno
del otro;
es como si la nieve
los apretara.

(Traducción de Ángel Salguero)

El equipo de Poética 2.0 os desea una feliz Navidad. Podéis encontrar nuestras colecciones en VERSO y seguirnos en las principales redes sociales.

Visitas: 28