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Versos para caminar por el mes de enero

El mes de enero es un punto de inflexión, un momento propicio para el cambio. El cuaderno del año está lleno de hojas en blanco listas para llenarse de propósitos, ideas nuevas, giros inesperados. Antes de que la rutina vuelva para arrollarnos, es la hora de respirar, mirar hacia atrás y prometernos que desde ahora las cosas serán diferentes.

El poeta mexicano Octavio Paz.

El poeta mexicano Octavio Paz.

Pensando, precisamente, en la carga simbólica del primero de enero, Octavio Paz acepta la incertidumbre como una compañera más de este viaje a lo «desconocido»:

Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.

Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.

No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.

Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.

Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.

Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.

Walt Whitman.

Walt Whitman.

Muchos años antes que el poeta mexicano, Walt Whitman también se declaraba dispuesto a recorrer sin miedo ese ‘camino abierto’ que se despliega con cada nuevo calendario:

A pie y contento me adentro por el camino abierto,
sano, libre, con el mundo ante mí,
con el largo sendero ocre ante mí que me lleva donde yo elija.

De aquí en adelante no pido buena fortuna, yo soy buena fortuna.
De aquí en adelante por nada protesto, nada pospongo, nada necesito.
Sin más quejas puertas adentro, sin más bibliotecas, sin más vanas críticas,
fuerte y satisfecho viajo por el camino abierto.

La tierra, con ella me basta.
No deseo acercarme más a las constelaciones,
sé que están muy bien donde están,
sé que bastan para quienes pertenecen a ellas.

(Todavía llevo mis viejas y deliciosas cargas,
las llevo, hombres y mujeres, las llevo allá donde vaya.
Juro que es imposible deshacerme de ellas,
ellas me llenan y yo las llenaré a cambio).

Jaime Gil de Biedma.

Jaime Gil de Biedma.

En ‘Píos deseos para empezar el año’, Jaime Gil de Biedma utiliza la ironía para examinar esa voluntad de cambio que surge con cada nuevo año y que, tal vez en la mayoría de casos, se queda sólo en una declaración de intenciones:

Pasada ya la cumbre de la vida,
justo del otro lado, yo contemplo
un paisaje no exento de belleza
en los días de sol, pero en invierno inhóspito.
Aquí sería dulce levantar la casa
que en otros climas no necesité,
aprendiendo a ser casto y a estar solo.
Un orden de vivir, es la sabiduría.
Y qué estremecimiento,
purificado, me recorrería
mientras que atiendo al mundo
de otro modo mejor, menos intenso,
y medito a las horas tranquilas de la noche,
cuando el tiempo convida a los estudios nobles,
el severo discurso de las ideologías
—o la advertencia de las constelaciones
en la bóveda azul…
Aunque el placer del pensamiento abstracto
es lo mismo que todos los placeres:
reino de juventud.

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí.

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí.

Juan Ramón Jiménez, por su parte, esboza un cuadro de melancolía invernal en este hermoso poema dedicado a ‘Las tardes de enero’, en el que el frío crea un paisaje (interior y exterior) de tristeza y nostalgia:

Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en el alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuantas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros!

Un joven Federico García Lorca.

Un joven Federico García Lorca.

La gris tristeza del paisaje invernal inspiró también a Federico García Lorca para escribir estos versos de juventud bajo el título de ‘Lluvia (Enero de 1919, Granada)’:

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable.
Una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de una mañana imposible
con la inquietud cercana del dolor de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacífica que eres la verdadera,
la que amorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas en tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarle.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante,
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

El poeta norteamericano William Carlos Williams.

El poeta norteamericano William Carlos Williams.

Y en este breve poema titulado simplemente ‘Enero’, el autor norteamericano William Carlos Williams se enfrenta a un fiero temporal —metáfora quizá de un conflicto interior— y soporta el embate gracias al compromiso con su propio arte:

De nuevo replico a los vientos triples
que ejecutan cromáticos acordes de burla
detrás de mi ventana:
Tocad más fuerte.
No venceréis. Más atado
me siento a mis frases
cuanto más me azotáis
para que os siga.
Y los dedos del viento,
igual que antes, interpretan a la perfección
su burlona música.

El poeta T. S. Eliot.

El poeta T. S. Eliot.

La tradición de los Reyes Magos —ligada en España y también en países latinoamericanos como Argentina, México, Paraguay o Uruguay, al día 6 de enero— inspiró uno de los poemas más hermosos de T. S. Eliot, titulado ‘El viaje de los magos’:

“Qué helada travesía
Justo la peor época del año
Para un viaje, y un viaje tan largo:
Los caminos hondos y el aire ríspido,
Lo más recio del invierno”.
Y los camellos llagados, sus patas adoloridas, refractarios,
Tendidos en la nieve que se derretía.
A veces añorábamos
Los palacios de verano en las cuestas, las terrazas,
Y las niñas sedosas que nos servían sorbetes.
Iban los camelleros blasfemando, mascullando,
Huyendo, y pidiendo licor y mujeres,
Y las fogatas se extinguían y no había refugios,
Y las ciudades hostiles y los pueblos agresivos
Y las aldeas sucias y caras:
Cuánto tuvimos que aguantar.
Al final preferimos viajar de noche,
Dormir a ratos,
Con las voces cantando en nuestros oídos, diciendo
Que todo esto era locura.

Entonces llegamos al amanecer a un valle templado,
Húmedo, lejos de las nieves perpetuas, y olía a vegetación;
Con un arroyo y un molino de agua que golpeaba la oscuridad,
Y en el horizonte tres árboles,
Y un viejo caballo blanco se fue galopando hacia la pradera.
Luego llegamos a una taberna con hojas de parra en el dintel,
Seis manos junto a una puerta abierta
Jugaban a los dados por un poco de plata,
Y alguien pateaba los odres vacíos de vino,
Pero no había información, y seguimos
Y llegamos al anochecer, y justo a tiempo
Encontramos el lugar; era (podríamos decir) satisfactorio.

Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,
Y yo lo volvería a hacer, pero que quede
Esto claro que quede
Esto: ¿nos llevaron tan lejos
Por un Nacimiento o por una Muerte? Hubo un Nacimiento,
Teníamos pruebas y ninguna duda. Yo había visto nacer y morir,
Pero pensaba que eran distintos: este Nacimiento
Nos sometió a una dura y amarga agonía,
Como la Muerte, nuestra muerte.
Regresamos a nuestros lugares, estos Reinos,
Pero ya no estamos en paz aquí, bajo la antigua ley.
Con un pueblo extraño aferrado a sus dioses.
Cuánto gusto me daría otra muerte.

Traducción de ‘Enero’ de William Carlos Williams por Ángel Salguero.
Traducción de ‘El viaje de los magos’ de T. S. Eliot por Tedi López Mills.

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