Versos para el Año Nuevo
«Nada cambia el día de Año Nuevo». Eso es lo que Bono, el cantante de la banda irlandesa U2, decía en uno de los temas clásicos del grupo, ‘New Year’s Day’. Sin embargo, el tránsito de un año a otro siempre se ha considerado como una oportunidad de pasar página y comenzar desde cero, dejar atrás vicios y malos hábitos, iniciar una nueva vida.
El poeta Rainer Maria Rilke recoge ese sentimiento en su poema ‘Torso arcaico de Apolo’:
«Nunca hemos conocido su inaudita cabeza,
en donde maduraban los globos de los ojos.
Mas su torso arde aún, igual que un candelabro
en el que su mirar, aunque esté reducido,
se mantiene y reluce. Si no, la proa del pecho
no podría deslumbrarte, ni en el álabe suave
de las caderas una sonrisa podría ir
al centro que tenía poder de procreación.
Si no, estaría esta piedra desfigurada y corta
bajo el umbral translúcido de los hombros, y no
centellearía como las pieles de las fieras;
tampoco irrumpiría, desde todos sus bordes,
como una estrella: porque no hay aquí ni un lugar
que no te pueda ver. Debes cambiar tu vida».
Issa Kobayassi (1763-1827) es uno de los maestros del haiku, esos poemas que atrapan instantes en tres breves versos. Dedicó muchos de ellos al Año Nuevo, recibiéndolo con una mezcla de humildad y admiración…
«Día de Año Nuevo…
¡Todo florece!
Yo me siento normal».
…pero también con esperanza:
«Desde este año
todo será ganancia,
cielo del mundo».
En 1999, el uruguayo Mario Benedetti probó suerte con este género en su libro ‘Rincón de haikus’, aportando su mirada irónica y algo traviesa:
«no quiero verte
por el resto del año
o sea hasta el martes»
Benedetti también se rebelaba contra el paso inexorable del tiempo. Quién pudiera dominarlo para revivir los momentos de felicidad…
«me gustaría
que el año comenzara
todos los sábados»
…pero nada ocurre dos veces. El tiempo no se detiene y cada instante es único, fugaz. De esta forma lo expresa la poeta polaca Wislawa Szymborska, ganadora del Premio Nobel en 1996:
«Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.
No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.
Ayer, mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban,
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.
Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?
Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.
Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura».
Minutos, horas, días, años siguen acumulándose. A cada paso crece el escepticismo, la melancolía incluso, pero a veces, como sucede en este poema de Joseph Brodsky titulado ‘1 de enero de 1965’, hasta en los momentos más oscuros hay lugar para una revelación inesperada:
«Los Reyes Magos olvidarán tu nombre.
Sobre tu cabeza no brillará ninguna estrella.
Sólo persistirá un fatigoso sonido,
el ronco rumor del temporal.
Se proyectarán las sombras desde tus ojos cansados
al morir la solitaria vela junto a tu cama,
pues aquí el calendario sigue criando noches
hasta agotar las reservas de velas.
¿Qué provoca esta melancolía?
Una larga melodía familiar.
Vuelve a sonar. Pues adelante.
Que suene desde esta noche.
Que suene en la hora de mi muerte,
como agradecimiento de los ojos y los labios
por aquello que a veces nos empuja a alzar
la mirada a lo profundo del cielo.
Contemplas en silencio la pared.
Tu calcetín mira boquiabierto: no guarda ningún regalo.
Es evidente que eres ya demasiado viejo
para confiar en el bueno de San Nicolás;
que es ya tarde para milagros.
Pero de repente, al levantar los ojos
hacia la luz del cielo, te das cuenta:
tu vida es un puro regalo».
¿Y si todo a tu alrededor fuese nuevo? ¿Si la vida te asaltara y no tuvieras palabras para acotarla, para comprenderla? En el poema ‘Año Nuevo en Dartmoor’ Sylvia Plath ve con los ojos de su hija recién nacida:
«En esto consiste la novedad: cada pequeño y ordinario
obstáculo envuelto en cristal, extraño,
centelleando y tintineando con falsete de santo. Pero tú
no sabes cómo interpretar este repentino terreno resbaladizo,
esta pendiente ciega, blanca, espantosa, inaccesible.
No hay manera de aprehenderlo con las palabras que conoces.
De levantarse ni en elefante, ni sobre ruedas, ni a pie.
Sólo hemos venido a mirar. Tú eres aún muy nueva
como para querer el mundo en un sombrero de cristal».
Duda, cansancio, esperanza, el deseo de una vida mejor. Todo cabe en el paso de un año a otro. Y todo ello aparece en ‘The New Year’, una canción de la banda americana Death Cab for Cutie escrita por Ben Gibbard y que, como muchas otras suyas, puede leerse como un poema:
«Ya es año nuevo
y yo no me siento nada diferente.
El clamor de cristal,
explosiones a lo lejos.
Ya es año nuevo
y no me he impuesto
propósitos para hacer penitencia
por problemas con fácil solución.
Así que poneros todos vuestro mejor traje o vestido.
Hagamos como si fuésemos ricos sólo por esta vez,
encendiendo petardos en el jardín
mientras treinta conversaciones se funden en una.
Ojalá el mundo fuese plano como antiguamente,
así podría viajar sólo con plegar un mapa.
No más aviones, o trenes rápidos o autopistas.
No habría distancia que nos pudiese separar».
Gracias por seguirnos. Os esperamos en 2016.