Single Blog Title

This is a single blog caption

10 poemas para disfrutar el verano

En verano el tiempo transcurre a otra velocidad. Los días largos invitan a disfrutar… y a reflexionar también, como hacen los poetas que os presentamos en esta selección de poemas veraniegos. Para algunos, esta época es sinónimo de juventud y de recuerdos de una vida en el paraíso que ahora parece tan lejana. Otros miran a la naturaleza o retratan, como el más cuidadoso pintor, un instante único que de lo contrario se habría perdido para siempre. Esperamos que la disfrutéis.

 

Seamus Heaney — La recogida de moras

A finales de agosto, después de mucha lluvia y mucho sol,
durante toda una semana, las moras maduraban.
Al principio sólo una, un cuajarón brillante y púrpura
entre las demás, rojas, verdes, duras como un nudo.
Te comías aquélla y su carne era dulce
como vino espesado: sangre de verano había en ella
dejando manchas en la lengua y ansia para
seguir comiendo. Después las rojas se oscurecían y aquel deseo
nos enviaba con frascos de leche, botes de guisantes y tarros de
mermelada
adonde las zarzas arañaban y la hierba húmeda decoloraba nuestras
botas.
Alrededor de los campos de heno, de mieses y bancales de patatas
caminábamos y recogíamos hasta llenar los recipientes,
hasta que, cubierto el fondo con las verdes,
los botones oscuros ardían en lo alto
como una fuente de ojos. Nos escocían las manos
por las picaduras de las zarzas, teníamos las palmas pegajosas como
las de Barba Azul.

Almacenábamos las bayas frescas en la vaquería.
Pero cuando la tina estaba llena vimos una tela de moho
gris rata que devoraba nuestro alijo.
También el jugo hedía. Una vez fuera del arbusto
el fruto fermentaba, la carne dulce se tornaba agria.
A mí siempre me hacía llorar. No era justo
que aquellos maravillosos tarros olieran a podrido.
Cada año esperaba que se conservaran, sabiendo que no lo harían.

 

Louise Glück — Vísperas

En tu prolongada ausencia, me permites
el uso de la tierra, anticipando
cierta ganancia por la inversión. Yo debo declarar
que fracasé en mi tarea, principalmente
respecto de las plantas de tomate.
Pienso que no debería ser alentada a su cultivo
Pero si es así, deberías detener
las grandes lluvias, las noches frías
tan seguidas aquí, mientras que otras regiones reciben
doce semanas de verano. Todo esto
te pertenece a ti: por otra parte,
yo he plantado las semillas, observado los primeros brotes
como alas rasgando el suelo y fue mi corazón
roto por el pulgón, la mancha negra multiplicándose
veloz en las hileras. Dudo
que tú tengas corazón, así como entendemos
este término. Tú que no discriminas
entre muertos y vivos, tú que en consecuencia eres
inmune a los presagios, pareces no saber
el pánico que sufrimos, la hoja manchada,
las rojas hojas del arce cayendo
incluso en agosto, con temprana oscuridad. Yo soy la responsable
de estas viñas.

 

Emily Dickinson — Por fin llegará el verano

Por fin llegará el verano.
Señoras con sombrillas,
señores que pasean con bastones
y niñas con muñeca
colorearán el pálido paisaje
como si fueran un ramillete brillante.
Tras espesuras de blanco intenso
yace hoy el pueblo.

Las lilas se balancearán con su carga púrpura,
inclinadas por los muchos años.
Las abejas no desdeñarán la canción
que zumbaron sus antepasados.
La rosa silvestre que se abre en el pantano
y el aster de la colina
despliegan sus eternas formas.
Y las firmes gencianas se agitan.
Hasta que el verano guarde su milagro,
como las mujeres guardan su vestido
o como los sacerdotes recogen los ornamentos
una vez que el Sacramento ha concluido.

 

María Beneyto — Sirena

Ara vinc a la mar, junt al misteri.
Ara que ja és la platja nua i tendra
meua només, sense terrestres passos.
(La mar reconeixent-me com a filla…)
Dient mar a la mar, jo li dic mare
sense llavis ni veu, i estenc els braços
a l’aire fronterer en el silenci
del món que ja no és meu, clos al deliri.
Dona de carn ací, dona de terra.
Ai ciutats de corall i flors marines,
món de l’aigua perdut sens reencontre,
companyes fluvials, no retrobades!
Ací estic. Escolteu-me. Ja sóc sola.
Vinc una altra vegada plena d’ecos
a dir-vos la paraula… Ja sóc sola.
Ja no obrirà mai més porta l’exili?
Si poguésseu saber-ho! Al pleniluni
tot és mar dins de mi, tot marinada,
tremolant en les venes on sou vida.
Mar cridant i cantant, plorant, creixent-me.
I a la líquida porta està el silenci.
Murs vivents per a mi d’aigua tancada.
Ja no puc tornar més. On sou, amigues?
On és la flor dels vostres cants nascuda?
Sóc criatura d’aigua en l’enyorança
i a penes tinc de mar els ulls i els somnis.
Germanes mudes ja sota les ones,
sóc sola ací, sola en la mar per sempre…?

 

Idea Vilariño — Un verano

Hago muecas a veces
para no poner cara de tristeza
para olvidarme
amor
para ahuyentar mis duros
mis crueles pensamientos.
Cómo he de hacer
amor
para vivir aún
para sufrir aún
este verano.
Pesa mucho
me pesa como si el mar pesara
con su bloque tremendo
sobre mi espalda
me hunde
en la más negra tierra del dolor
y me deja
ahí deshecha
amor
sola ahí
tu abandono.

 

Gustavo Adolfo Bécquer — Rima XXXII

Pasaba arrolladora en su hermosura,
y el paso le dejé:
ni aún mirarla me volví, y, no obstante,
algo a mi oído murmuró:
“Ésa es”.
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos y… fue.

 

Francisco Brines — Aquel verano de mi juventud

Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verando de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.

 

Rainer Maria Rilke — Antes de la lluvia de verano

De pronto, en todo el verde del jardín
se, ha retirado no se sabe qué:
se le siente más cerca en la ventana
callando. Sólo, urgente y recio, suena
la canción de la lluvia en el ramaje.
como en un San Jerónimo se piensa:
tanto se eleva soledad y afán
de esta voz solitaria que los chorros
atenderán. Los muros de la sala
se nos han alejado con sus cuadros
como para no oír lo que decimos.
Su empapelado pálido refleja
la incierta luz de las primeras tardes
en que se tuvo miedo, cuando niños.

 

Juana de Ibarbourou — El verano

Estaba tan absorta frente al mundo
que no sentí como volaba el tiempo
siempre adelante con sus duras garras
cargadas de sucesos y momentos,
halcón imperturbable, me llevaba
también a mí, la joven e inocente.
Y quise detenerme, mas no pude
se me filtra en la oscura cabellera
la escarcha de los fríos inclementes,
esclava de sus pasos siempre anduve
en busca del verano que es mi patria
como no puedo hallarle me he sentado
a llorar. Ya no soy sino una apátrida

 

Edward Thomas — Adelstrop

Sí. Recuerdo Adlestrop:
El nombre, porque una tarde
De calor el expreso se detuvo allí
Sin motivo. Era finales de junio.
El vapor silbó. Alguien se aclaró la garganta.
Nadie se fue y nadie vino
En el andén vacío. Lo que vi
Fue Adlestrop; pero solo el nombre
Y sauces, epilobio y hierba,
Y reina de los prados y heno seco,
Ni una pizca menos quieto y solitario
Que las altas nubes pequeñas en el cielo.
Y durante ese minuto un mirlo cantó
Cerca y en torno a él, más borrosamente,
Más y más lejos, todos los pájaros
De Oxfordshire y Gloucestershire.

Cargando visitas...