Agosto Clandestino: un festival para unir a poetas y lectores
ÁNGEL SALGUERO
«No sé si la poesía es necesaria… Pero a nosotros nos da la vida», asegura el poeta y editor Enrique Cabezón, uno de los responsables de Ediciones del 4 de Agosto y del festival Agosto Clandestino que se celebra estos días en La Rioja. Esa necesidad vital y un «compromiso social» les ha llevado a crear el certamen como un canal de comunicación directo entre autores y lectores, un espacio común en el que intercambiar impresiones e ideas y, sobre todo, disfrutar de la «buena poesía».

Enrique Cabezón.
«Cómo surgió el festival», señala Enrique en declaraciones a Poética 2.0, «se puede explicar por la forma en que nació nuestro proyecto editorial, Ediciones del 4 de Agosto. Somos una asociación cultural, Planeta Clandestino, formada por distintos escritores y poetas obligados a buscarnos la vida fuera de Logroño porque no hay un proyecto editorial o interés por lo que estamos haciendo. La ciudad no puede acomodar a todas las voces ‘jóvenes’ que surgen casi en paralelo al nacimiento de la Universidad de La Rioja, que permite que se queden en Logroño, creando necesidades nuevas que hasta entonces no había allí. Antes solían irse a Pamplona o Zaragoza, principalmente. Si alguien quería montar un grupo de música lo hacía en la ciudad en la que estaba, y eso provocaba que aquí no hubiese salas de conciertos. Lo mismo con proyectos editoriales, casi con todo el panorama cultural joven».
Los poetas, al igual que el resto de creadores, necesitaban una plataforma local para difundir su obra. Y fue entonces, dice Enrique, «cuando las personas que tuvimos la idea, que somos cuatro, decidimos buscarnos la vida. Nos dimos cuenta de que todo el proceso de edición lo conocíamos y lo sabíamos hacer, así que creamos Ediciones del 4 de Agosto como una asociación cultural. Esto nos permitió editar a nuestros amigos, ahorrarles el proceso de sentirse huérfanos de su propia tierra, e invitar a otros autores a nivel estatal, incluso internacional, para conocerlos e ir generando una serie de actividades».
Ha pasado más de una década desde entonces, pero aún pervive entre ellos cierto espíritu ‘revolucionario’: «Seguimos considerando esta iniciativa como una ‘caja de resistencia’. Aquí tenemos nuestro espacio alternativo, donde vamos a hacer las cosas de manera distinta. Somos todavía una asociación cultural y no hemos querido cambiar ni plantearlo como un proyecto económico, que sería lícito. Lo que nos interesa es el valor cooperativo».
El azar y la oportunidad influyeron también en el nacimiento de lo que acabaría siendo Agosto Clandestino. «Una autora nacional nos dijo que iba a pasar por Logroño y pensamos en hacerle un cuadernito con algunos de sus poemas», recuerda Enrique. «Coincidió que fue en agosto y nos llamó la atención que medios que no nos hacían caso nunca sí se hicieran eco de esto, además de una manera casi masiva. A partir de ese ‘accidente’ nos planteamos la posibilidad de crear el festival de forma autogestionada en las primeras ediciones y, después, con colaboración institucional y de empresas o de otro tipo de asociaciones que quisiesen sumarse».
El proyecto cuajó, y de qué manera. La de este año es la edición número doce y el certamen se ha convertido ya en uno de los referentes del panorama poético nacional. La idea de partida, sin embargo, sigue siendo la misma: compartir, escuchar, intercambiar ideas e impresiones. «Siempre mantenemos algunos mínimos como, por ejemplo, que el libro que hacemos y que presentamos cada día dentro del festival se regala a todos los asistentes para mantener esa función casi social de fomento de la lectura», afirma Enrique. «Después de los 189 números que llevamos entendemos que tener buena poesía —porque queremos creer que nuestro filtro, que es un filtro colectivo es medianamente bueno— y gratis, es algo positivo».

Rita Turza y Joâo dos Santos Alexandre durante la presentación, este año, en Agosto Clandestino de sus últimos poemarios.
Se trata además de romper la barrera que se ha creado entre autor y lector, una barrera —dice Enrique— «ficticia y, con perdón, estúpida». Las presentaciones son siempre dobles: «Dos autores con estéticas distintas, a veces totalmente enfrentadas, que se ponen en diálogo. Que la gente se lleve el libro, que el autor responda a todas sus preguntas y comentarios… para nosotros genera un tipo de comportamiento bastante especial. No es algo habitual, pero hemos logrado después de doce ediciones tener un amplio respaldo del público, con 80 o 90 personas todos los días que hay presentación y que hacen preguntas y participan. Para nosotros es algo muy bonito».
En los días que quedan hasta el final de agosto, el programa del festival incluye recitales de autores como Julen Gossíp, Isabel García Hualde, Janina Sfetcu, Iousu Moracho, Pablo Müller, Amaia Barrena, José Luis Pérez Pastor y Patricia Benito. Se presentará también el libro ‘El Madrid de Blas de Otero’, editado por el Ayuntamiento de Leganés, y habrá un acto en recuerdo de Rafael Azcona al cumplirse el 90 aniversario de su nacimiento. Un recital colectivo servirá para celebrar los cinco años desde la edición de ‘Caminos del verso’, un libro que recoge poemas de autores salidos del taller de poesía que acabaría siendo el germen de Ediciones del 4 de Agosto. Estrellas fugaces, una editorial de autopublicación, se presentará ante el público en el cierre del certamen de la mano de los poetas David Bendicho, Jaime Montañés, Eduardo Remacha y Marcos Castrillo.
«No sé si la poesía tiene futuro, aunque espero que sí», nos dice Enrique, antes de acabar nuestra conversación. «Lo que tiene es presente. No es que sea un arma cargada de futuro, simplemente es un arma cargada. En estos tiempos de un neolenguaje vacío de contenido, con ese discurso político en el que puedes estar dos horas hablando sin decir nada, devolver el peso a las palabras, volver a cargar la lengua es lo primero».