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Poemas para un nuevo año


ÁNGEL SALGUERO
El año nuevo es un momento para hacer balance. Tal vez la frontera entre el 31 de diciembre y el 1 de enero sea un territorio simbólico, pero también ofrece una oportunidad real de comenzar desde cero y tomar decisiones, ya sean grandes o pequeñas, que pueden cambiar el curso de nuestras vidas. Muchos poetas han escrito sobre esos propósitos en los que todos hemos pensado alguna vez. Rudyard Kipling, por ejemplo, se lo toma con cierto humor en este poema titulado, precisamente, ‘Propósitos de Año Nuevo’:

Rudyard Kipling.

Rudyard Kipling.

1.
He decidido que durante todo el año
aparcaré mis vicios en el estante.
Seguiré un camino más piadoso y sobrio
y amaré a mis vecinos como a mí mismo,
excepto los dos o tres de siempre
a los que detesto tanto como ellos me odian.

2.
He decidido que jugar a los naipes es malo,
sobre todo con cartas como las que me suelen tocar.
Puede desplumar una cuenta bancaria sana,
así que renuncio a estos placeres terrenales
excepto —y aquí no veo pecado alguno—
cuando otros reclamen ‘mi presencia’.

3.
He decidido que votos como estos, aunque
formulados con ligereza, son difíciles de mantener.
Por tanto los acometeré poco a poco,
no sea que mis recaídas acaben por hundirme.
Un voto al año me sacará del paso
y comenzaré con el Número Dos.

Retrato del poeta Issa Kobayashi.

Retrato del poeta Issa Kobayashi.

El poeta japonés del siglo XVIII Hôrô no se explica qué tienen de especial estas fechas…

Día de Año Nuevo,
tanto esperar, ¿y qué?:
Un día más.

…mientras que el también japonés Issa Kobayashi se deja llevar por el entusiasmo:

¡Ah! ¡Ser como
un niño
el día de Año Nuevo…!

La poeta norteamericana Kim Addonizio.

La poeta norteamericana Kim Addonizio.

No tomar una resolución también puede ser un propósito. La poeta norteamericana Kim Addonizio describe en este ‘Día de Año Nuevo’ un paseo bajo la lluvia un primero de enero en el que decide que lo más necesita es vivir el instante, aquí y ahora:

Esta mañana la lluvia cae
sobre la última nieve

y la limpiará. Huelo otra vez
la hierba y las hojas caídas

que se mezclan con el barro.
Los pocos amores que pude

conservar duermen aún
en la Costa Oeste. Aquí en Virginia

camino por los campos con la única
compañía de unas pocas vacas jóvenes.

De hueso ancho y tímidas,
son como las chicas que recuerdo

de Secundaria, las que nunca
hablaban, las que tenían la cabeza

agachada y los brazos cruzados sobre
sus pechos nuevos. Esas chicas

tienen ya casi cuarenta años. Como yo,
seguro que a veces se detienen

de noche ante una ventana, a mirar
el patio silencioso, una

silla oxidada y los muros
de las casas de otra gente.

Habrá tardes en que se acuesten
y lloren amargamente por quien

las hiciera más felices,
y se pregunten cómo sus vidas

las han llevado
tan lejos sin jamás

explicar nada. No sé
por qué estoy aquí fuera

con mi abrigo cada vez más oscuro
y mis botas que se hunden y se levantan

con un leve ruido de ventosa
que me gusta escuchar. Me da igual

dónde estén ahora esas chicas.
Sea lo que sea lo que hayan logrado,

que se lo queden. Hoy no quiero
solucionar nada.

Sólo quiero caminar
un rato más bajo la fría

bendición de la lluvia,
y alzar mi rostro hacia ella.

Mario Benedetti.

Mario Benedetti.

En un tono muy diferente, el uruguayo Mario Benedetti hace una llamada urgente a mantener la ilusión pese a todo y avivar la llama de los sueños en este ‘No te rindas’:

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Julio Cortázar

Julio Cortázar

Julio Cortázar tiene un hermoso y sencillo propósito para la última noche de diciembre que expresa en un poema titulado ‘Happy New Year‘…

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

Un joven Pablo Neruda.

Un joven Pablo Neruda.

…y en su ‘Oda al primer día del año’ Pablo Neruda recibe el uno de enero, «un pobre día humano», como una «pequeña puerta de la esperanza», un tronco del que «las hojas salen verdes»:

Lo distinguimos
como
si fuera
un caballito
diferente de todos
los caballos.
Adornamos
su frente
con una cinta,
le ponemos
al cuello cascabeles colorados,
y a medianoche
vamos a recibirlo
como si fuera
explorador que baja de una estrella.

Como el pan se parece
al pan de ayer,
como un anillo a todos los anillos:
los días
parpadean
claros, tintineante, fugitivos,
y se recuestan en la noche oscura.

Veo el último
día
de este
año
en un ferrocarril, hacia las lluvias
del distante archipiélago morado,
y el hombre
de la máquina,
complicada como un reloj del cielo,
agachando los ojos
a la infinita
pauta de los rieles,
a las brillantes manivelas,
a los veloces vínculos del fuego.

Oh conductor de trenes
desbocados
hacia estaciones
negras de la noche.
este final
del año
sin mujer y sin hijos,
no es igual al de ayer, al de mañana?
Desde las vías
y las maestranzas
el primer día, la primera aurora
de un año que comienza
el primer día, la primera aurora
de un año que comienza,
tiene el mismo oxidado
color de tren de hierro:
y saludan
los seres del camino,
las vacas, las aldeas,
en el vapor del alba,
sin saber
que se trata
de la puerta del año,
de un día
sacudido
por campanas,
adornado con plumas y claveles,

La tierra
no lo
sabe:
recibirá
este día
dorado, gris, celeste,
lo extenderá en colinas,
lo mojará con
flechas
de
transparente
lluvia,
y luego
lo enrollará
en su tubo,
lo guardará en la sombra.

Así es, pero
pequeña
puerta de la esperanza,
nuevo día del año,
aunque seas igual
como los panes
a todo pan,
te vamos a vivir de otra manera,
te vamos a comer, a florecer,
a esperar.
Te pondremos
como una torta
en nuestra vida,
te encenderemos
como candelabro,
te beberemos
como
si fueras un topacio.

Día
del año
nuevo,
día eléctrico, fresco,
todas
las hojas salen verdes
del
tronco de tu tiempo.

Corónanos
con
agua,
con jazmines
abiertos,
con todos los aromas
desplegados,
sí,
aunque
sólo
seas
un día,
un pobre
día humano,
tu aureola
palpita
sobre tantos
cansados
corazones,
y eres,
oh día
nuevo,
oh nube venidera,
pan nunca visto,
torre
permanente!

Nosotros también tenemos claro nuestro propósito para el año nuevo: seguir ofreciéndoos los mejores contenidos de poesía ya sea en nuestras apps, Facebook, Twitter o en este blog. Gracias por seguirnos y feliz año.

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