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Francisco Brines, el poeta que ama «lo invisible», recibe la Alta Distinción de la Generalitat

ÁNGEL SALGUERO
«La vida me rodea, como en aquellos años / ya perdidos, con el mismo esplendor / de un mundo eterno», escribe Francisco Brines en uno de sus poemas, celebrando el paisaje vital que sigue deslumbrando (y asombrando) a un poeta que ahora, sin embargo, lo contempla con ojos «envejecidos». En esta ocasión, ese paisaje era Elca, la casa de Oliva rodeada de nubes, de silencio y del verde de los naranjos, el escenario que ha alimentado su obra poética y el lugar elegido para entregarle la Alta Distinción de la Generalitat, el premio a toda una vida dedicada a amar y difundir la poesía y la literatura, aquello que él denominó «lo invisible».

Brines, que recibió el galardón de manos del presidente del Gobierno valenciano, Ximo Puig, señaló cómo a su entender «la necesidad de escribir poesía, ya sea excelente o mediocre, y transformar la vida en palabras, es un don maravilloso». Y, durante su discurso, recordó con cierta emoción cómo su padre, «un hombre de acción, exportador de naranjas y comerciante», supo desde el principio lo importante que era para su hijo, entonces un niño, «el mundo literario, invisible a los ojos de las personas, aunque no para mí, y nunca se opuso».

Francisco Brines ante Ximo Puig, Enric Morera, David González y Rosa Pérez.

Francisco Brines durante su intervención, en presencia de David González, Ximo Puig, Enric Morera y Rosa Pérez.

 

Sus padres, añadió, «respetaron un mundo que desconocían y que no tenían que amar… Y acabaron amándolo porque yo lo necesitaba». De ahí la importancia, dijo el poeta, de «aceptar lo que puede parecer un capricho o un sinsentido» de los hijos y «acompañarles para que sean lo que deben ser, haciendo el camino juntos».

El poeta no pudo asistir el pasado 9 d’Octubre al acto institucional en el Palau de la Generalitat por motivos de salud. Por ello se desplazó ayer a Oliva una delegación institucional encabezada por el jefe del Consell, Ximo Puig; el presidente de las Cortes Valencianas, Enric Morera; la consellera de Transparencia, Rosa Pérez y el alcalde de la localidad, David González, entre otras autoridades.

En su intervención, Puig destacó que la poesía «es un arte que realza las líneas tenues de la realidad», algo que, aseguró, ha conseguido con su obra Francisco Brines, a quien calificó de «artista de los sentimientos y pensador de la soledad». El poeta aprovechó, por su parte, para pedir al presidente que impulse la fundación que lleva su nombre, a la que ha dejado «lo más cercano y lo que más ha querido».

Francisco Brines

Francisco Brines responde a los periodistas antes de recibir el galardón.

Ese legado consiste en su biblioteca, que alberga más de 15.000 volúmenes especializados en literatura y poesía, y también en la casa familiar de Oliva, el entorno que —aseguró Brines— le ha enseñado a «pensar, ver y sentir». Su deseo, explicó Rosa Mascarell Dauder, miembro del patronato de la fundación, es que «que perdure y sirva para mantener viva la llama de la poesía» y sea también un lugar del que puedan hacer uso escritores y estudiosos.

El proyecto, sin embargo, acaba de nacer y antes de hablar de iniciativas concretas, aseguró Mascarell, lo primero es «trabajar para que todo se preserve y catalogar la biblioteca. Muchas cosas que no son visibles pero sí necesarias». Algo que sí ilusiona al poeta, apuntó, son los premios de poesía que impulsará, uno en castellano y otro en valenciano.

Vista de Elca, la casa de Oliva donde ha pasado gran parte de su vida el poeta Francisco Brines.

De momento, Brines sigue disfrutando de Elca y de su entorno, desde el que —en los días claros— se puede divisar el azul del mar. «Cuando uno está siempre en el mismo lugar, está en el cielo», aseguró recorriendo el paisaje con la mirada. Un paisaje, dijo, «que he visto cambiar» con las estaciones.

Ese transcurrir del tiempo es uno de los ejes centrales de su poesía. Y a lo que conduce, aseguró, es a lo inevitable. «Me gusta mucho la vida. No la muerte, pero hay que aceptarla. Vivimos porque otros han muerto y tenemos que morir para que otros vivan con el mismo placer con que nosotros lo hemos hecho», concluyó.

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